TEtl cáncer, esa diabólica enfermedad que nos acecha día a día, sigue haciendo estragos entre nosotros. No entiende de edad, ni de sexo, ni de condición social, ni de justicia. Tan sólo llega, silenciosa, traicionera y en poco tiempo, te destruye. Y aunque los avances médicos le intentan ganar la partida, todos sabemos que en la lotería de la muerte con la que ineludiblemente nacemos, se incrementa tu participación desde el momento en el que te diagnostican un cáncer.

El pasado sábado volvió a hacer de las suyas y se llevó a Pablo Julio , así, sin apellidos. Porque Pablo Julio era su nombre carnavalero, y así se le conocía y se le recordará siempre en el Carnaval de Badajoz. Porque a pesar de su juventud, Pablo Julio, ha dejado su sello imborrable en la fiesta pacense: juventud, alegría, amistad, fuerza y sobre todo respeto al carnaval y a todos sus integrantes, ya fueran miembros de otras murgas, periodistas o, incluso, a aquellos a los que le cantaba en sus letras. Lo aprendió de las viejas glorias del Carnaval.

Por eso creo, sin temor a equivocarme, que Pablo Julio era todo un ejemplo para los carnavaleros más jóvenes. Porque la juventud es maravillosa pero también muy osada. Pablo Julio era el líder de su murga, La Caidita. Y en poco tiempo consiguió que esta formación estuviera, casi todos los años, en el pódium de los mejores. Sin embargo, nada hizo que cambiara su actitud de agradecimiento hacia el trabajo de todos los que le rodeaban y sobre todo de aquellos que le habían enseñado algo del Carnaval de Badajoz.

Por eso no es de extrañar que esta semana se haya repetido hasta la saciedad en conversaciones privadas, en redes sociales o en los medios de comunicación de la ciudad, que el Carnaval de Badajoz está de luto. Y es que se ha ido otro de los mejores de la fiesta.

Ahora sólo nos queda el consuelo de saber que tras el dolor por su pérdida, siempre llegará para quedarse su bello recuerdo.