TLta distancia que existe entre Cáceres y Badajoz, va más allá de los alrededor de 90 kilómetros de la tortuosa carretera que nos separa.

Siempre se ha dicho que ellos son más castellanos y nosotros más andaluces. Y no es sólo una cuestión lingüística o fonética. No obstante es probable que su acento extremeño sea menos intenso que el de Badajoz. Incluso aquí le sumamos a la aspiración de la ´h´ o la eliminación de las ´eses´, un gracioso soniquete a la terminación de las frases que nos acerca, si cabe, más al "andalú".

Allí la capital de la cultura, aquí de la economía. Cáceres más femenina, Badajoz con un aire de masculinidad, etc... Y podría tener su lógica, pero no voy a entrar en ello. Me entretienen más las diferencias que existen en nuestras costumbres e, incluso, en el carácter. Aunque al fin y a la postre, lo uno es consecuencia de lo otro. O viceversa.

Si llegas a primera hora, el primer chasco llega cuando pides una de "york con queso" o "una vegetal". La cara del camarero es todo un poema. Los bares de Cáceres están llenos de churros, que no porras. Aunque si bien es cierto que poco a poco le están cogiendo el gusto a la tostada, son pocas las cafeterías que van más allá del tomate con aceite y si acaso un poquito de jamón.

Será solo una impresión, pero creo que hasta hablan más bajo que nosotros. Se nota hasta en las zonas de copas. Claro que también las formas y horarios de diversión son diferentes.

En estas fechas los pubs de Cáceres no están llenos desde primera hora de la tarde. Aquí igual que sea martes, jueves o fines de semana. Y si no que se lo pregunten a los vecinos del casco antiguo, cuya zona ha sido declarada saturada de ruido. Aunque el informe bien podría haber añadido que también está saturada de vómitos y orines. En Cáceres no es que sean más limpios, sólo que allí lo hacen a partir de medianoche.

Y así somos. Ni peor ni mejor. Diferentes. ¿No creen?