Hoy hace un año que murió mi padre. Murió de madrugada en la cama de un hospital mientras dormía. La última vez que lo vi fue la tarde de Reyes, estaba riéndose con los gags y diálogos de la serie La que se avecina. Era un hombre sencillo, de formación muy básica. Sin aún tener 10 años perdió a sus padres en la guerra civil. No sé si lo mataron los rojos o los azules, pero él, siendo un niño, se quedó huérfano. Lo recogieron algunos de sus hermanos mayores, hermanos a los que nunca conocí. Solo a dos de ellos que, viejos y abandonados, acabaron y murieron en el asilo de ancianos. Volvamos al niño que fue mandado al campo, que aprendió, ya adolescente, a valerse por sí mismo. Un joven asilvestrado y hambriento, el hambre de los años 40, recorriendo los caminos de la Raya y dedicándose a lo que encontraba, entre otras cosas, el estraperlo, tan penado en la época, y a una resistencia que dio con sus huesos en la cárcel ¡¡por rojo!! Aquello marcó el resto de su vida, convirtiéndose en el Paco el Bajo de Los santos inocentes, en la misma tierra, sometido, pero mirando siempre de reojo y con algo de rencor al señorito y a una libertad arrebatada. Al casarse con mi madre, logró apaciguarse. Pero nunca olvidó el hambre, el abandono y el tener que buscarse la vida, que nunca le fue fácil, y poder dar estudios universitarios a sus dos hijos. No puedo ni imaginar el sacrificio que fue para ellos mi presencia en Madrid cuando las carreras duraban cinco años. La primera vez que voté, me tenía el sobre preparado. ¡Había que votar a los socialistas, a Felipe! Toda su vida fue socialista, aplaudiendo a los que querían cambiar el mundo y no sus cuentas corrientes. Le gustaba la política en serio y no las ideas de todo a cien. Se sentía socialista y español, porque creía que ambas cosas eran sinónimas. Era muy de Felipe, muy de Guerra. Él ya no está para vivir la gran farsa actual, pero por él, por los que de verdad sufrieron en los años del hambre y el plomo, por los que hicieron la transición, por las víctimas que ayer fueron humilladas en el Congreso, por los padres y madres de este país que solo quieren vivir en paz y no en manos de gentuza, por todos ellos, hay que recordarles que no es no y mil veces no. Hagámoslo contra todos los que, riéndose de nosotros, pretenden que España se arrodille y quitarle la honra a nuestros muertos.