TLtos vaivenes políticos de esta España nuestra, fuera de la lógica y necesaria confrontación de ideas, hace que, de vez en cuando, uno perciba hasta qué punto el nivel de determinados políticos es lamentable. Y conste que no me gusta generalizar y emplear el todos , porque ni todos, ni ninguno. Y nadie se escapa de lo bueno o de lo malo.

Cuando lean esto ya todos sabrán quién ha ganado las elecciones catalanas. Habrá pasado otra campaña y habremos dejado de escuchar por unos meses algunas verdades y muchas necedades. En estas ocasiones, y a veces en otras, es frecuente que determinados políticos nacionalistas hablen de ciertas regiones con un indisimulado desprecio. Luego dicen haberse confundido, pero es mentira. Piensan lo que dicen, aunque no siempre quieran decir lo que piensan. Ahora les ha tocado a los andaluces, otras a los extremeños; antes fuimos los madrileños, centralistas impenitentes, como es sabido. Hasta el propio presidente de nuestra Junta ha sufrido los insultos de ciertos señores, muy impuestos ellos en su lógica regionalista, nacionalista o independentista.

Esas opiniones -viven de nosotros, pagan menos, trabajan poco-- encierran un catetismo y una ignorancia supinos. Por suerte hoy las cosas han cambiado y los españoles contribuimos por igual, la mayoría sin hacer gala de nada, a las arcas públicas. Aunque no todos disfrutemos de los mismos servicios; basta con vivir en Badajoz para entenderlo. Eso se va corrigiendo, pero aún ruborizan, si no cabrean, ciertas cosas. Como si la historia no demostrase hasta la saciedad que, en general, las regiones más favorecidas suelen ser las que más se quejan, precisamente porque ese nivel les permite ser capaces de reclamar lo que a otros les parece casi una utopía. Ser iguales en un país con desequilibrios de siglos es complicado. Y es necio e insolidario acusar de parasitismo a los demás, encerrándose en conceptos ramplones y, en mucha medida, ignorantes. Es difícil ser nacionalista y pretender ser de izquierdas. Y no es que crea, como una famosa escritora hindú, que, en política, el nacionalismo es el refugio de los sinvergüenzas. Sean del nacionalismo que sean.