No conozco a nadie que le apasione hacer obras en casa. Se hacen por necesidad o por estética, pero se temen por igual. Y aunque el resultado final hace que te olvides de todas las penurias sufridas, casi todos nos lo pensamos dos veces antes de hacer cualquier reforma. Y lo peor no es el polvo, la suciedad o el desorden, que bastante desesperación causa, sino el desconcierto de no saber cuándo llegará el final de la pesadilla.

Y no tengo albañiles en casa, aunque pueda parecerlo. Sin embargo estoy sufriendo las incomodidades de una de las obras más importantes que se están realizando en Badajoz y cuyo final parece cada vez más lejano: el parking de la plaza de Conquistadores. Siempre ha sido complicado aparcar en esta zona, pero desde que comenzaron las obras de los aparcamientos subterráneos es casi misión imposible, a cualquier hora del día. Sin embargo, todos los vecinos e incluso los que trabajamos por esta zona acogimos con optimismo el inicio de las obras. Sin duda, su puesta en funcionamiento va a mejorar la situación del tráfico en el centro. Pero la obra se está alargando demasiado. Y todo con el tiempo cansa y hasta mosquea. Nos está pasando con la lluvia. Al principio la recibíamos con ilusión y ahora nos aburre e incluso nos pone de mal humor.

Los que tenemos la suerte de tener unas vistas privilegiadas a esa maravillosa zona de Badajoz, hemos seguido la obra de los aparcamientos a la par que los arquitectos. Ahora hacen los fosos, luego sacan la tierra, más tarde llegaron los ladrillos, e incluso vimos como colocaban las palmeras. Y cuando parecía que todo iba a terminar, paralizan una obra que debía haber finalizado el año pasado. Cada uno en su casa asume, con mayor o menor resignación, que una obra sabes cuando comienza pero no cuando acaba. Pero esa máxima no es aplicable a las administraciones. El ayuntamiento debe obligar a la empresa concesionaria a cumplir los plazos anunciados.