Dice el alcalde, Francisco Javier Fragoso, que él sabe perfectamente dónde está el parque Miguel López-Alegría en Badajoz y que no necesita recurrir al Google Maps para conocer su ubicación. Yo también sé dónde se encuentra. Y como yo, mis compañeros de prensa que en julio del 2007 acompañamos al afamado astronauta, a su nutrida familia y al entonces alcalde, Miguel Celdrán, al acto de inauguración de la placa en el lugar que lleva su nombre en homenaje a su trayectoria profesional y a sus orígenes pacenses. Pero para de contar. Salvo este puñado de periodistas, los miembros de la corporación municipal de aquella época y la familia López-Alegría, pocos más en esta ciudad saben que el parque que linda con las traseras del colegio público Enrique Segura Covarsí se llama como este astronauta.

No lo saben ni en los bares que llevan años allí instalados, ni los escolares que a diario frecuentan sus senderos, ni quienes pasean los perros entre sus parterres. Para ellos es el segundo parque o el de las piedras, por los chinotes de sus caminos. Y si a alguien se le ocurre mirar en Google Maps para conocer cómo se denomina este recuadro verde en el plano de Badajoz, le aparecerá que es el parque Pedro Duque, una ocurrencia del buscador que no deja de tener su gracia, aunque a la familia López-Alegría no le haga ni pizca que otro astronauta se adueñe de las conquistas espaciales de su miembro más viajado.

Para el día de la inauguración, se colocó de forma provisional en el césped una placa enmarcada en una estructura de hierro. Fragoso dijo esta semana que aquel rótulo fue robado. Pero según la empresa suministradora de estas placas de cerámica, fue el propio ayuntamiento el que le comunicó hace años que se había roto y le encargó uno nuevo. Lo preparó y desde entonces permanece expuesto en sus instalaciones de El Nevero e incluso lo ha mostrado en ferias de exposiciones que se celebran en Ifeba por tratarse de un personaje singular. Bien podría haberse fijado algún miembro de la corporación municipal y haber caído en la cuenta de que donde debe estar la placa es en el parque al que da nombre.

Han tenido que ser el propio astronauta y su familia pacense los que denuncien el olvido, así como el del abuelo, Eladio López-Alegría, el primer alcalde de Badajoz elegido democráticamente en 1931, a quien el pleno del ayuntamiento decidió por unanimidad hace dos años dedicarle la avenida de Entrepuentes. Decía el alcalde que estos asuntos eran «chismorreos». No lo son para los afectados, que tanto se empeñaron en que su valiente antepasado no cayese en el olvido. Que algo falla en el procedimiento está claro. Fragoso achacó el retraso a un problema de suministro e incluso dejó caer que se plantearía cambiar de empresa proveedora. Pero luego reconoció su error, cometido sobre una información incorrecta que le habían trasladado, después de que este diario publicase las declaraciones del fabricante, que sostiene que no es un problema de provisión sino de colocación, por los trámites que tiene que superar. No será un asunto crucial para la ciudad. Sí lo es que algo tan aparentemente simple se convierta en sumamente complejo. Cuando ha habido interés, las rótulos se han colocado con mayor celeridad. Ahí está la avenida dedicada a Rui Nabeiro o la rotonda del policía local José Miguel Benegas. Ambas tienen sus placas instaladas con prontitud. Cuando se quiere, se puede y no es cuestión de andar buscando culpables, sino de pedir disculpas si se ha errado y de plantear y poner en marcha soluciones, para así acabar con los chismorreos.