Curro Alvarez tiene 48 años y cumple una condena de 6 años y 9 meses en el centro penitenciario de Badajoz. Está en segundo grado y ya disfruta de permisos, pero la salida de ayer era especial: una visita cultural a Badajoz y Olivenza junto a otros nueve internos y miembros de la Asociación de Voluntarios Mayores de Extremadura (Avimex), que les enseñan informática en la Cibercaixa penitenciaria. "Esta convivencia me vale de mucho, porque es otra forma más de ir haciendo actividades fuera".

Hasta su primer permiso, Curro llevaba más de dos años sin cruzar los muros de la cárcel y reconoce que no fue fácil. "Me daba vértigo la calle, eran muchas sensaciones nuevas, a las que uno se va adaptando poco a poco", contaba ayer minutos antes de iniciar el recorrido en Puerta de Palmas. Ahora sus planes son seguir dando pasos hacia la libertad, encontrar un trabajo y reintegrarse en la sociedad.

De su experiencia con los mayores solo tiene buenas palabras. "Se valora que personas que tendrían que disfrutar de su jubilación vayan a la cárcel a ayudarnos y a enseñarnos cosas nuevas". Asegura que los mayores voluntarios le han aportado cercanía y le han hecho darse cuenta de que, a pesar de estar en la cárcel, hay personas "que están fuera y se preocupan de nosotros. Ves muchos valores en las personas que antes no veías", reflexionaba.

También para Sonia, de 34 años, que cumple una condena de 3 años y 4 meses y está a la espera de que le concedan la libertad condicional para regresar a su país, Portugal, la actividad era importante. Lleva dos años en el centro penitenciario de Badajoz y su última salida de permiso fue hace dos meses. Su contacto en la Cibercaixa con los mayores voluntarios es su ventana al exterior y ayer reconocía que, al mismo tiempo que aprenden nociones de informática que le pueden dar una oportunidad cuando recobre su libertad, la convivencia con ellos hace más fácil su estancia en prisión. "Hacen que te sientas mejor, porque no nos vemos como reclusos, sino como personas normales que hemos cometido un error".

Los sentimientos que profesan los internos a los voluntarios son recíprocos. Inés, una de las colaboradoras, aseguraba que no se imaginaba otra forma mejor de celebrar su 65 cumpleaños que compartiendo el día con ellos. Contaba que cuando comenzó como voluntaria tenía cierto temor a no ser capaz de dar la talla, pero ahora se han convertido "en mis chiquitos". "Es el mejor regalo que me ha dado la vida: ser algo más que mamá, abuela y bisabuela".

Como ella, el resto de mayores voluntarios también se sienten realizados desempeñando esta tarea. Ernesto Hernández, vocal de Avimex por el centro de mayores de San Andrés, destacaba que entre "alumnos y profesores" se crea un espacio de confraternidad y se forma una pequeña familia. "Salen de la rutina de la prisión y es como si el aula fuese un espacio abierto a la calle". También Augusto Durán, educador en la cárcel, y Santiago Cambero, de la Obra Social de La Caixa, organizadora de la actividad, se mostraron convencidos de los beneficios de estas salidas terapéuticas para los internos.