TLtas preocupaciones de una sociedad evolucionan casi de forma paralela al nivel de bienestar de la misma. Hace tan sólo 50 o 60 años, el principal reto de las administraciones extremeñas era dotar a los ciudadanos de los servicios básicos y elementales para vivir dignamente. Había problemas de primera necesidad.

Hoy afortunadamente laS cosas han cambiado y, aunque en estos momentos todos los esfuerzos están centrados en superar los graves problemas derivados de la crisis económica, lo cierto es que tanto los políticos como ciudadanos hemos abierto el abanico de nuestras preocupaciones o intereses.

Es el caso, por ejemplo, del patrimonio arquitectónico y cultural de nuestras ciudades y pueblos, olvidados durante tantos y tantos años, como hemos visto en Badajoz. De hecho, la recuperación de los elementos más emblemáticos del patrimonio de la ciudad, como pueden ser la Alcazaba, la Plaza Alta o el Casco Antiguo son proyectos iniciados hace tan sólo unas décadas; e, incluso, otros como la rehabilitación del Fuerte de San Cristóbal es todavía un proyecto.

Asimismo y de forma paralela a la voluntad política de recuperar estos entornos, también se produce un aumento del interés por parte de los pacenses por conocer, visitar, estudiar y mantener ese patrimonio y de ahí que surjan asociaciones como Amigos de Badajoz u otras como las que ya existen en la ciudad.

Tras los últimos derrumbes de la muralla de Badajoz he podido comprobar, una vez más, el interés, la preocupación, el respeto y el aprecio que los pacenses tienen por el patrimonio de esta ciudad.

Por ello y al margen de la utilización política que se pretendan hacer de estos hechos, las necesarias actuaciones que se deban realizar en la muralla para detener su deterioro no sólo deben perseguir el objetivo de evitar un peligro para los ciudadanos; sino también el de mantener en pie elementos culturales e históricos que forman parte de la vida pasada, presente y futura de los pacenses.