Los patriotas históricos, reales o ficticios, eran unos señores dispuestos a luchar por su propio país por encima de todo y con todas las armas a su alcance. En España tuvimos a Viriato y en Francia tuvieron a Vercingétorix, por citar dos ejemplos de patriotas irreductibles que defendieron gallardamente a su país contra los romanos y que se ganaron por eso un lugar en el recuerdo. Entre los personajes de ficción, yo no sé si Mortadelo es un héroe, pero, desde luego, Obélix lo era. Hasta ahora. Los héroes actuales no solo no luchan ya por su patria, sino que la traicionan en cuanto pueden. Gerard Depardieu, el Obélix por antonomasia, ha huido a Rusia con armas y bagaje, para no pagar impuestos en Francia. En España, el arquitecto Calatrava se ha marchado a Suiza fiscalmente hablando, para no contribuir aquí a la causa nacional. No son los únicos, pero son muy significativos. Ambos son ejemplo de patriotas que reciben lo mejor de sus propios países -medios, formación, oportunidades, encargos, trabajo, admiración, fama, honores- y que después, cuando se han forrado, optan por escapar de su compromiso patriótico y se van con la pasta a otra parte.

De todos modos, Calatrava y Depardieu, dentro de esta nueva clase de patriotas, no son los más deleznables. Aquí tenemos una buena relación de patriotas dedicados al servicio público no para servir a nadie, sino para llenarse los bolsillos robando al erario ídem, es decir, a los ciudadanos. Trescientos políticos españoles están imputados actualmente por corrupción. Estos ejemplares patriotas son la antítesis de aquellos trescientos espartanos que llevó Leónidas a luchar contra los persas para salvar a la patria griega. Pero hasta Grecia ha sucumbido también ante el huracán del nuevo patriotismo causado porque los líderes patrióticos que tienen que conducir al país, o son unos ineptos o son unos ladrones, o ambas cosas a la vez.

Habría que hacer una relación pública de todos los patriotas que dejan de tributar en España. Sería bueno conocerlos a todos, para saber a qué atenernos cuando nos los crucemos por la calle, anuncien una película protagonizada por ellos o inauguren sus fatuos mamotretos. Es decir, para escupir a su paso, boicotear sus negocios y actividades, negarnos a su convivencia egoísta y hacerles el más olímpico vacío. Y que no vuelvan.