La noticia no se produjo en la gala de los Oscar, ni él fue proclamado por ninguna Penélope, pero la noche del domingo millares de gargantas gritaron su nombre: ¡Peeedroooo! Pedro Sánchez había ganado el liderazgo del PSOE por una amplia mayoría y con una elevada participación de los militantes. Todo un éxito para un hombre al que hace unos meses nadie conocía. Un éxito fulminante que le ha llevado de la oscuridad al liderazgo en un tiempo brevísimo, como tantos líderes importantes en la historia.

Con su apostura de galán de cine, lo primero de Pedro Sánchez que salta a la vista es su imagen, una imagen fresca, hermosa, juvenil, sonriente, es decir, una imagen muy diferente de los caretos de la mayoría de nuestros gobernantes que, encima de hacernos la pascua con su política retrógrada, nos condenan a la visualización constante de esa fealdad congénita de la carcundia. Pero la imagen de Pedro Sánchez no es lo más importante de su figura, aunque eso, evidentemente, ayuda. Lo importante de él son tres cosas: el don de la oportunidad, pues sabe estar en el sitio adecuado en el momento justo, y esto no es la primera vez que le pasa; su ambición y osadía, y ya asegura Virgilio que la fortuna ayuda a los osados; y, sobre todo, su formación y experiencia.

A diferencia de los presidentes de la democracia, todos ellos abogados y casi todos, funcionarios públicos, Pedro Sánchez, trabaja en el sector privado y es economista. Ya va siendo hora de que un entendido en economía acceda al gobierno. Su formación se completa con un doctorado, un máster europeo y su condición de profesor universitario. Su experiencia también es dilatada, pese a su juventud. Ha sido concejal, diputado, asesor en el Parlamento Europeo y ha trabajado para la ONU. Otra cosa que le diferencia de los anteriores presidentes, de Suárez a Rajoy, es que él habla inglés y francés, lo que le permitirá no hacer el ridículo cuando se codee con los líderes mundiales. Tu es Petrus et super hanc petram aedificabo noster PSOE, le han dicho los militantes del partido. Si Pedro Sánchez reforma la Constitución, federaliza España, democratiza los partidos y las elecciones, deroga la legislación pepera, nos devuelve el Estado de Bienestar y soluciona el paro, muchos estaremos dispuestos a aparcar nuestras aspiraciones republicanas ya que él se decanta por la monarquía. Si es así, todos gritaremos con entusiasmo: ¡Peeedroooo!