Con sus zapatillas Nike usadas, pantalón vaquero Lois desgastado, chaleco de ante, camisa burdeos de seda, pañuelo verde con lunares blancos anudado al cuello, sombrero de paja y, cómo no, bastón, el pelele permaneció sentado en su silla varias horas en el centro de la plaza Alta.

El Muñeco de la Alegría, fabricado por Meli con ropa usada y paja, volvió ayer a despertar en los nostálgicos del casco antiguo el interés por descubrir las tradiciones perdidas, las de los gitanos, que hace 20 años, coincidiendo con el Domingo de Resurrección, colmaban de música y palmas el casco histórico de la ciudad, hasta bien entrada la tarde.

Carmen, una vecina del barrio, recordaba ayer cómo hace "19 o 20 años, muchos años ya" este día el casco antiguo era un herbidero de alegría y "cachondeo, pero cachondeo sano". Según la tradición, las mujeres gitanas mayores de la ciudad eran las encargadas de fabricar un pelele de trapo relleno de hierba, que representaba a Judas, para pasearlo por el barrio, jaleándolo con cantes y bailes, hasta acabar tirándolo al río, con alegría, como indica su nombre. Carmen contaba que se juntaban varios días antes e iban a coger paja en el entorno del Castillo. El muñeco permanecía ese tiempo en una casa y llegado el domingo, todos aportaban bebidas y dulces para la fiesta. Todo era música y diversión. "Uno con la guitarra, otro la armónica, el acordeón, ...".

La tradición volvió a recuperarse hace dos años y ayer, dentro de las actividades del Programa de Desarrollo Gitano, de nuevo, el Muñeco de la Alegría partió de la plaza Alta, recorrió el barrio y fue lanzado al río desde el puente Viejo, hacia las tres de la tarde. La fiesta se inició con poca gente. La Asociación de Vecinos del Casco Antiguo instaló una barra en la plaza y eso mantuvo a la gente hasta por la tarde, con cantes incluidos, de la Kaíta, el Viejino y el Madalena.