Corremos el riesgo, ante la insistencia de noticias y campañas sobre el peligro que supone la conducción de vehículos por jóvenes, especialmente los fines de semana, de que acabemos por bajar la guardia descontando un factor de riesgo que, sin embargo, es real. Los hechos son tozudos. Cada fin de semana nos encontramos con algún accidente de consecuencias trágicas para personas jóvenes, con factores que se repiten: velocidad y alcohol en el caso de los turismos e ir sin casco en el de las motos.

En ocasiones, los jóvenes protagonizan accidentes, como el de hace unos días en Plasencia y el de ayer en Badajoz, en los que no son ellos las víctimas, sino la mano ejecutora que lleva la tragedia a otras personas: atropellan a peatones y se dan a la fuga.

Sería, es, injusto, generalizar y culpabilizar a la juventud como tal; la mayoría de los jóvenes hacen un ejercicio diario de responsabilidad en su vida cotidiana, y no creo que sean gentes peligrosas e indeseables como para dejar tirada a una persona en la calle después de un atropello. Pero los hechos concretos están ahí y habría que preguntarse las causas de estos comportamientos.