TLta incapacidad de algunos católicos para pedir perdón, entre ellos la inmensa mayoría de los católicos que mandan, me deja atónito. Si de un falso monje shaolín cabe esperarlo todo, de los católicos verdaderos, ya que no podemos esperar que no pequen, creí que al menos podíamos esperar que pidiesen perdón. Hay muchos católicos verdaderos virtuosos que, cuando pecan --pues el pecado es común a todos los mortales y de él no está nadie libre-- se arrepienten e impetran la misericordia y el perdón de la víctima. Pero parece que ninguno de ellos se encuentra entre los católicos que hoy mandan en España, de cuyas pomposas ceremonias religiosas somos todos asombrados testigos, con cuyas ridículas mantillas negras les vemos asistir a los besamanos papales, cuyas bodas católicas escurialenses tenemos grabadas en la retina, de cuyas alianzas públicas con la verdadera jerarquía católica podemos dar escandalizada fe los laicos y de cuyos sagrados negocios y mordidas tenemos abundante noticia a diario los ciudadanos.

Dolores Vázquez, la mujer que no asesinó a Rocío Wannikof, ha dicho que nadie le ha pedido perdón por el error judicial que le destrozó la vida y la tuvo año y medio en la cárcel por un crimen que no cometió. Hay un jurado y unos jueces que deberían pedir perdón por eso y no lo han hecho. De igual modo, ahora mismo se está juzgando a unos curas abusadores de discapacitados que en ningún momento han perdido perdón. Igualmente, Aznar no ha pedido perdón por los once españoles y el millón de iraquíes muertos como consecuencia de la guerra que él ayudó a desencadenar en Irak. Federico Trillo no ha pedido perdón por el accidente del Yak-42 que costó la vida a sesenta y dos militares. Urdangarín no ha pedido perdón por haberse levantado por la jeta millones de euros de dinero público y cargarse la imagen de la monarquía. Ni siquiera el rey --el que más cerca ha estado de hacerlo-- pidió perdón por el asunto Corina-elefanticidio, pues solo dijo "lo siento". Tampoco ha perdido perdón Rajoy por engañar a los españoles y destruir la vida de tantos. Y después de casi 75 años, nadie ha pedido perdón por los crímenes del franquismo. Pero todos esos que no piden perdón por nada, y sus compañeros martirizadores, se proclaman cada día defensores de un catolicismo que defienden a ultranza y cuyas bases son --dicen ellos-- la caridad y el perdón. No tienen perdón de Dios.