El Congreso no podrá hacer ninguna ley con respecto al establecimiento de la religión, ni prohibiendo la libre práctica de la misma, ni limitando la libertad de expresión, ni de prensa», reza la Primera Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos. El 3 de mayo se celebra el día de la libertad de prensa y ante el asesinato de un periodista más, justo en esa madrugada, uno no puede dejar de recordar ese texto, hermoso, que engalana y da sentido a la fachada del Newseum.

La avenida de Pennsylvania une la Casa Blanca y el Capitolio. Es esa línea perfecta, limpia y majestuosa que parece recorrer como una arteria los dos extremos de un mismo cuerpo. La llaman la calle principal de América y paseándola uno enmudece, insignificante en este escenario de la Historia. Imaginando a los hombres que la recorrieron, de qué fueron testigos sus edificios. Las aceras están pobladas de luces y sombras, no solo del guiño que hacen los ojos jugando entre las hojas de los cerezos. En la memoria, en el pasado y en el presente se ciernen, como buitres con alas extendidas que tapan el sol, nombres que solo con pronunciarlos ensucian la boca. Y tiñen de vergüenza. Otros tan grandes desbordan los labios, con los que emborracharse de admiración y agradecimiento.

Si uno dobla el plano se encuentra, no demasiado lejos del edificio del Watergate, el Museo de la Prensa, como si su situación no fuese fruto del azar, sino que fuese premeditadamente un faro, un foco que vigila, que supervisa, que combate las tinieblas del poder. Cuando se traspasan sus puertas y se accede al vestíbulo de cristal, el día entra a raudales. Incluso en las tardes nubladas los ojos permanecen abiertos. Combaten la tormenta más oscura los ‘teleprompter’, pantallas continuas de noticias sin descanso. Crónicas instantáneas y en directo del mundo. Vuelco de novedades, de conocimiento, de ideas, sin pestañear y sin interrupción. Sin suspiro. Sin queja. Detrás de cada una de ellas hay un periodista que ha observado, que está delante del desastre, que escucha el discurso, que destapa una trama, que fotografía el miedo, que dibuja la interrogación y a veces la respuesta. Detrás están los que por ello fueron amenazados, los que fueron represaliados, los expulsados del negocio, los incómodos, los detenidos, los encarcelados, los que figuran en el memorial de desaparecidos, muertos, ajusticiados. Los trazos del muro de Berlín, la antena del World Trade Center, los Pulitzer, las viñetas certeras, las fotografías que en un segundo retratan la guerra, una época, el dolor, el amor, el hombre... se yerguen y se alza la voz, pronunciándose la libertad como una bandera sin color, ni escudo, sin idioma.