Con la vuelta al cole llega siempre el asombro y el lamento de los padres ante el precio de los libros y el material escolar de sus hijos, y con ello los datos estadísticos sobre el desembolso que tiene que realizar cada familia. Atrás quedaron los días de campo y playa, las cañitas en chiringuitos y terrazas o las copas en los locales de moda.

A nadie se le escapa la subida paulatina de los precios de todos los artículos y servicios, incluidos los básicos y los libros, y lo poco que dan de sí los sueldos, eso para quienes tienen la suerte de tener una nómina. También es obvio lo importante que es salir de vacaciones o concederse algún que otro placer, algo que todo el mundo merece aunque no todos pueden.

Sin embargo resulta chocante e incoherente escuchar tantos lamentos sobre un gasto obligado, pero beneficioso para los niños, cuando voluntariamente asumimos gastos descomunales en comuniones, cumpleaños, juguetes sofisticados y otros caprichos. ¿Qué cariño y respeto tendrán los niños a esos libros que son una carga para sus padres?. ¡Cuánto nos escuece el dinero que empleamos en educarlos con lo que nos gastamos en maleducarlos!.