Me refería en la última columna a los estudios que se están realizando sobre algunos cementerios de la época de la llamada Peste de Justiniano y también de la Peste Negra, que azotó Europa durante el siglo XIV, con un efecto devastador. Pues bien, en Badajoz ciudad se han excavado dos cementerios --no escribo sobre tumbas sueltas--: en la Alcazaba y en el baluarte de Santiago. El segundo pertenece, al parecer, al período islámico de nuestra ciudad: entre 875 y 1230, aproximadamente. La excavación, practicada hace pocos años con mucho --e infructuoso-- misterio, vino a dejar claro que los batalyusíes también se morían, cosa desconocida hasta ese momento. Debemos agradecérselo a los promotores del aparcamiento construido en su lugar, al parecer con gran dispendio. ¿Qué se ha publicado de aquella magna empresa? Pues, varios objetos paleolíticos. ¿Y del cementerio? Nada. Pero, nada de nada.

Una vez más los intereses privados, muy respetables, se sobrepusieron a los públicos. La investigación del pasado de nuestra ciudad, de todas nuestras ciudades, también es un derecho público.

Ahora que la Dirección General de Patrimonio, preocupada como está por el interés social, quiere ponerse a publicar sólo algunas de las excavaciones que se han perpetrado aquí --con gran esfuerzo, eso sí-- yo le sugeriría que patrocinase, con dinero o convenios, el análisis de los huesos de la necrópolis de la Memoria de Menacho. Para saber de qué fecha son; decir islámicos no es decir nada. Para conocer las características de la población y su evolución. Para informarnos de su alimentación y, por lo tanto, de la economía de la zona. Todo eso, y más, son capaces de responderlo los paleopatólogos. Así, de paso, podría ayudarse eficazmente a la conmemoración del Milenio. Lo mismo el cementerio era de la época celebrada.

Publicar no es sólo imprimir el informe final de los arqueólogos. Sin estudio de materiales cualquier memoria es papel mojado. Eso tiene sus normas y la mayoría de los de una necrópolis suelen ser huesos, creo. Eso también es Arqueología, aunque haya en la Administración quien mire para otro lado y silbe. El infierno de los malos gestores del Patrimonio será una excavación que no se acaba nunca, porque el informe final nunca se publique con estudio de materiales y Dios lo rechace. Y así por toda la Eternidad.