La triste imagen de una enorme silueta vertical desmochada se está convirtiendo en habitual en parques, jardines, paseos y bulevares de muchos pueblos y ciudades. También en Badajoz, donde el picudo rojo llegó en el 2014 para quedarse en sus palmeras. Va a costar un pico que el picudo caiga en picado. El propio ayuntamiento reconoce que controlarlo es muy difícil, a pesar de que está poniendo todos los tratamientos que tiene a su alcance, compaginando los antiguos con los nuevos que resultan de la continua investigación, para que no siga invadiendo nuevos ejemplares. Como con cualquier otro parásito, si no se previene y se controla en todas las palmeras, seguirá multiplicándose e invadiendo nuevas arecáceas.

El servicio municipal de Parques y Jardines intenta mantener a raya al bicho invasor en las que son de su propiedad, pero de las 3.500 que hay en Badajoz, sólo un millar pertenecen al ayuntamiento. El resto son responsabilidad de otras instituciones y de propietarios privados. El problema es el coste de los tratamientos. Se calcula que entre 200 y 300 euros al año por palmera, una cantidad inasumible para muchos dueños de parcelas que en su día eligieron adornar sus propiedades con esta planta exótica de porte galante, que hasta que llegó su depredador, era un vegetal apreciado y carísimo según su tamaño. Ya no es así. Las palmeras se han depreciado en todas sus variedades y además está prohibido transportarlas, por lo que están descartadas en la decoración de nuevos espacios verdes.

Que una palmera privada se ponga enferma es un verdadero sofocón para su propietario que, si no tiene medios para tratarla, se ve abocado a abandonarla a su suerte y comprobar cómo su pelambrera se vuelve mustia y la alopecia se adueña de su balona. Pero con su muerte no acaban sus problemas, pues el tronco seco representa un riesgo ante la posibilidad de que se caiga, por lo que su dueño está además obligado a correr con los gastos para cortarlo, transportarlo, trocearlo y quemar y enterrar los restos. Otro pico por el picudo, que puede rondar los 1.000 euros, difíciles de asumir en economías de andar por casa.

Badajoz no es un oasis en el palmeral, pues otro medio centenar de municipios de la provincia están afectados por esta invasión, que de no atajarse conjuntamente, amenaza con acabar con paisajes de muchas decenas de años que forman parte de la historia de generaciones en imágenes. De ahí que el llamamiento que realiza el ayuntamiento pacense a la implicación del gobierno regional no sea desmesurado. El servicio municipal está haciendo lo que está en su mano por atender las palmeras que son de su propiedad, pero la sanidad vegetal compete a la Junta, que no solo debe obligar a los propietarios a atender las suyas, sino vigilar, controlar (como dice que hace) y, a la vista de la necesidad existente, que ya se ha comprobado tras casi cuatro años de invasión, establecer líneas de ayudas para que los dueños de palmeras puedan costear los tratamientos y, si llegan tarde, eliminar las muertas.

Es hora ya de coger al escarabajo por los cuernos. El insecto se ha hecho resistente y si al principio sólo atacaba a las palmeras canarias macho, ya ha empezado a colonizar las hembras y cuando no encuentre qué llevarse al pico, entrará en otras especies, como las datileras y las washingtonias, en otros lugares ya lo está haciendo. Que no desaparezcan de nuestro entorno está aún en nuestra mano, pero para eso hay que empezar a dejar de tirarse los trastos y reconocer que el problema y su solución son de todos.