Pilar García (Don Benito, 1984 ) no tiene prisa. Es joven, ama al flamenco desde niña, dueña del compás de los cantaores/as y bailaores/as que le piden que vaya de palmera acompañando los espectáculos, y maestra con el resto del cuerpo de un baile que enseña en su academia, y con el que crece cada día. Porque así, escuchando, estudiando y observando a los maestros es como se consigue ir dando pasos en esta profesión. Un camino largo en el que el compás y la paciencia deben acoplarse a la perfección. Esa simbiosis donde el arte se expresa como tal, independientemente de los elementos que le han dado forma, y donde no logramos distinguir manos, tacones, expresiones..., sólo vemos lo que nos ofrecen, en este caso, lo que Pilar García nos ofrece: puro arte.

--¿Se hace o se nace para el baile?

--Bueno, yo pienso que un poco las dos cosas porque es muy importante el que nace y lo tiene todo el día presente para el compás, también la educación del oído y sobre todo el conocimiento hacia el flamenco. Pero también veo necesaria una buena formación técnica y el saber de donde aprender para seguir complementando tu arte para así, poder desarrollar todas tus posibilidades y ser completa. Las dos cosas son necesarias.

--Empezó como palmera, y se ha profesionalizado también como bailaora, ¿qué conexión encuentra entre ambas formas de marcar el compás?

--Yo bailaba desde muy pequeñita, imagínese, con tan solo tres años me apuntaron mis padres a clases, o sea, ¡que he crecido con el baile! Pero no sólo eso, también lo he escuchado en mi casa porque a mi padre le ha encantado de siempre. Recuerdo a mi abuelo que cantaba muy bien y siempre montaban la fiesta los dos, se intercambiaban la guitarra y se liaban a cantar en un mano a mano..., y yo siempre por allí revoloteando y escuchando cante, bailando y tocando las palmas. Tenía muy buen oído. Enseguida con once años me subieron al escenario como palmera y a partir de ahí, cogiendo tablas. Creo que van conectadas las dos cosas puesto que sin compás no se podría bailar pero a la vez me he preocupado de escuchar y entender mucho el cante, los diferentes estilos, para poder acompañar bien y darle al cantaor/a, bailaor/a lo que necesitan de mi como palmera y esto a la vez, me a hecho aprender mucho más de mí, del flamenco. De esta forma he podido profesionalizarme mucho más en el

baile porque todo esto te abre la mente. Todos los múltiples y diferentes caminos que existen en un mismo ámbito son necesarios, y en el baile pasa igual.

--¿Qué es lo que le ha resultado más complicado en todos estos años?

--La verdad es que ya dedicarte a este mundo es complicado siempre pero está claro que lo más difícil, y con lo que sueña cualquier artista es que al final de tanto trabajo y tanto esfuerzo reconozcan tu trabajo, sin olvidar esa recompensa que todos los artistas necesitamos a nivel del público: más trabajo, felicitaciones..., ¡los artistas necesitamos un aplauso!, y ¡lo que me queda todavía por luchar!

--Diseña su propio vestuario, ¿cómo se traza sobre la tela lo que se expresa en cada baile?

--Yo no solo expreso lo que bailo con mis trajes, sino que también expreso parte de mi personalidad. Necesito verme elegante para bailar por soleá, o por siguirilla, y sentirme como yo soy y segura antes de salir al escenario. Mi vestuario me da seguridad. Yo sé como me quiero vestir con cada baile y lo que quiero transmitir en mi espectáculo.

--Hablando de espectáculos, ¿hay un tope de edad para subirse a uno?

--El arte no se te va, pero por estética creo que debe haber una edad. Todo es como un cuadro, una obra de arte en sí, que debe ser armónico, casi homogéneo. No me atrevería a decirle una edad en concreto, pero pienso que eso cada artista, debe sentirlo. Hay que saber cuando uno debe subirse y bajarse de un escenario. Yo creo que llega un momento en que el público empieza a sufrir por ti, y no disfruta de ti.

--¿Hay una edad para retirarse entonces?

--¿Retirarse del todo?, ¡no!, ¡yo creo que eso es imposible! Va a ser muy complicado que en una juerga yo no me eche una pataíta..., pero en serio, como le decía antes, creo que sí, que en el baile sí hay una edad para retirarse aunque también depende de cómo se sienta cada una. Hay algunas con sesenta años que están con una fuerza, delgadísimas..., vamos, ¡que pueden estar mejor que yo!

--Es la pareja del guitarrista Francis Pinto, ¿que se aprende en casa fuera de la presión del escenario?

--(Se ríe). En casa de herrero, ¡cuchillo de palo! (se ríe de nuevo). No es difícil pensar como debe ser mi día a día, si tengo en casa a la increíble y prodigiosa guitarra de Francis Pinto. Lo escucho desde que me levanto hasta que me acuesto y aprendo muchísimo de él, para nuevas cosas, para reforzar las que sabía e incluso empaparme de lo que yo no he vivido teóricamente..., nos ayudamos mucho mutuamente. Somos un gran equipo.

--¿Se escucha en su casa algo más que flamenco?

--Bueno, no escucho mucho fuera de lo que no es flamenco pero me gusta toda la música, y también hay que desconectar de vez en cuando, así que para esos momentos escucho la radio, algún cd que otro..., y así me despejo cuando vamos de viaje en el coche, cuando voy a trabajar, en casa limpiando..., (se ríe)..., pero en casa casi siempre está sonando de fondo la guitarra de Francisco...

--Cuando se sube a un escenario, y 'solo' toca las palmas, ¿cómo consigue mantener los pies en el suelo y no arrancarse a bailar?

--Hay que aguantarse, sí es verdad. Cada vez que estoy arriba, me encantaría salir siempre a bailar pero no es plan, ¿no?. A mí me contratan de 'palmera' y si la cosa sale bien en el fin de fiesta salgo a bailar, si no, me quedo de 'palmerita'. Luego en los camerinos la formas allí, ¡olé!, ¡vamos! (y vuelve a reírse).

--¿Cómo se puede enseñar al público a conocer en profundidad el baile?

--Una vez que sabes de cante puedes entender un poco de baile, pero muchos palos no son iguales. La soleá tiene que ser sentía pero no tan parada como en el cante porque va a compás, no se puede correr. En las bulerías hay que saber rematar bien, y son complicadas. Todo tienes que sentirlo 'muy adentro'.

--¿Qué virtudes debe tener una buena bailaora?

--Humildad, humildad en la guitarra, en el cante, en el baile..., en todo. Después, querer aprender y nunca ser una 'superartista'.

--¿El pecado capital del flamenco es la soberbia?

--En este mundo hay poco, poquísimo compañerismo. Hay poca humildad y la gente rivaliza todo el tiempo y no debe ser así. Cada uno debe hacer lo que sabe: tú sabes lo tuyo, y yo sé lo mío.

--¿Qué proyectos tiene?

--Mis proyectos de siempre han estado claros, me encanta la docencia, enseñar, así que uno de mis proyectos que era tener mi propia escuela ya se ha cumplido, así que feliz. El resto de proyectos son seguir bailando, trabajando en los escenarios y seguir aprendiendo en y de este mundo. Ahora estamos preparando mi nuevo espectáculo en el que estamos trabajando mucho todos. Esperamos trabajar mucho con el y causar buena impresión. Estoy muy ilusionada.

--¿Nos adelanta algo?

--No, no..., aún está en pleno proceso..., ¡no quiero que se me estropee nada!

--¿A quien admira en el baile y por qué?

--En el baile admiré, admiro y admiraré a Carmen Amaya. No tengo palabras porque era algo fuera de lo normal, sin tener una formación y ni siquiera unos zapatos..., como bailaba, como giraba, como zapateaba, ¡impresionante!. También me gustan muchísimo Eva 'La Yerbabuena', Sara Varas, Pastora Galván..., las admiro no solo porque son grandes artistas, sino por cada virtud, por cada arte que derrochan cada una de ellas: su elegancia, destreza, por sus formas, sus caras, sus pies..., ¡por todo un poco!

--¿A dónde le gustaría llegar?

--No soy muy ambiciosa en ese aspecto. Me encanta la idea de tener mis escuelas en buen funcionamiento, gracias a Dios, tener buenos compañeros en mi cuadro flamenco con los que trabajo muy a gusto, mi pareja, mi casa, una buena familia. Quiero afianzar lo que tengo y vivir en paz. Me gustaría poder trabajar más y que se pasara esta crisis de cultura pero a partir de ahí..., me gusta la idea de poder hacer lo que más me gusta pero a la vez estar con la gente que quiero a mi lado, y tener una estabilidad emocional a la vez que de trabajo. Así, ¡soy feliz por completo!

--Le hago la pregunta que le dejó el anterior invitado: ¿podríamos llamar duende a ese instante en el que un artista nos pone los pelos de punta, nos llega al corazón y nos atraviesa el cuerpo entero haciéndonos sentir un escalofrío?

--Si, si, desde luego.