Los planes son palabras e imaginación de quien los hace. No siempre parecen disparatados aunque terminen siéndolo. Los hay con desenlace lastimoso o, por contra, brillante; otros en los que la realidad supera a la ficción; aquellos que se estrellan y algunos que nunca pasarán de la categoría de plan descabellado e imposible. Si tienes un plan, mejor lo guardas y no haces el ridículo hasta ver si sirve, pero la mayoría de los dirigentes hacen lo contrario: presentar planes, bien porque se sienten sinceramente obligados a ello, bien porque las actuaciones concretas no existen o mejor que no existieran. Recuerden el plan contra la gripe A que trazara la OMS y que al pie de la letra siguieron los países: folletos alarmistas, reparto de máscaras, empeño en poner geles desinfectantes por todas las esquinas, titulares anunciando los millares de vacunas que se han quedado sin receptor- se antoja ahora disparatado y muchos dirigen un dedo acusador hacia la OMS que tendrá que dar explicaciones, aunque cierto sea que un virus es un ser impredecible y que en cuestiones de salud más vale prevenir. No obstante, hay planes peores. Por ejemplo, el de los cultivadores extremeños de tabaco que llevan más de una década sabiendo que las subvenciones europeas tenían fin, y, junto a responsables y dirigentes, el mismo tiempo con un plan en marcha: iban a encontrar alternativas, a preparar mejores estructuras, a ser competitivos y a vivir de sus producciones no de sus subvenciones, a invertir en futuro; iban a- Las ayudas se acaban y "el plan para compensar a los productores por el final del sistema de ayudas comunitarias" consiste en ¡conseguir más ayudas! Pero han vuelto a hacer planes idénticos a los que trazaron hace más de una década. ¿Y el plan de la Ciudad de Badajoz para la rehabilitación del casco antiguo y alcazaba? Ahí sigue, un plan encogido, repetido cien veces y estrellado las mismas. A la OMS le piden cuentas sus estados miembros. ¿Quién las pide a nuestros convecinos?