La plaza Alta fue y es el epicentro de Badajoz hasta el punto de que cuando estaba en uso centralizaba su actividad comercial cotidiana y cuando dejó de estarlo, extendió su degradación a todo el entorno en ondas concéntricas cada vez más amplias. De hecho, cuando Badajoz decide darse por enterada de que el casco antiguo era una ruina, cualquier respuesta, léase el Plan Urban, parte de un lugar: la plaza Alta, para que su acción rehabilitadora se expandiera también en ondas hasta las murallas modernas.

Con su apertura al tráfico conectando la vía rápida con Puerta Trinidad, Pajaritos, circunvalación y puente de la Autonomía se hace el casco antiguo más permeable y oxigenado. Está claro que está a punto de ser una joya arquitectónica y elemento urbanístico de primer orden, a nada que las instituciones y la iniciativa privada concluyan los proyectos en marcha. De no hacerlo con urgencia, es muy posible que lo que hoy se atisba como un entorno monumental único, con sus tangos, jaleos y la torre de Espantaperros --la más sobria, elegante y proporcionada--, lo ya hecho vuelva a deteriorarse y con ello la moral de los vecinos al ver cómo, una vez más, el abandono y la dejadez retrasan el futuro de Badajoz.