La campaña electoral ha terminado. Las campañas, mejor dicho, porque han sido una tras otra, sin apenas descanso en dos meses. De las caras de los candidatos nacionales colgadas de las farolas pasamos al rostro de los que aspiran a las alcaldías y a la presidencia de la Junta. De las europeas hemos catado menos. Antes creía que de poco servían los actos electorales que se concentran durante dos semanas para conquistar los votos. En los partidos sí confían a pies juntillas en que esta actividad incesante in extremis es imprescindible para convencer y cazar al elector indeciso.

Sirva o no para calar en el votante, en estas dos últimas citas previas a las urnas se ha demostrado que al menos hay que estar, porque el que no aparece en carteles, vallas, buzones, debates y entrevistas en medios de comunicación, el que no se reúne con asociaciones de vecinos, empresarios y hasta con colectivos de skaters, el que no pasa por la feria del libro y saluda a los libreros, el que no protagoniza jornadas maratonianas estrechando manos y regalando sonrisas se desinfla, no existe, no está, ni se le espera.

Las campañas han evolucionado en su desarrollo y, salvo excepciones que sirven para exhibir músculo, ya apenas se organizan mítines multitudinarios en grandes espacios a los que solo acuden los militantes y simpatizantes del partido convocante, que vienen muy bien para autorecargar energía pero de poco sirven para convencer al resto de electores. Los candidatos ahora se echan a la calle, al mercadillo, del domingo y del martes, a las romerías, de Bótoa y de San Isidro, a las caminatas por causas benéficas, a los barrios y plazas y a donde sea necesario para intentar convencer a los vecinos de que ellos son la mejor opción, la más cercana, sincera y eficaz para gestionar sus ayuntamientos los próximos cuatro años.

En la romería de San Isidro del domingo pasado, en el atrio de la ermita había más candidatos por metro cuadrado que romeros y costaleros. Ciudadanos incluso montó un rancho para dar de comer, de beber y tirar de merchandising, fácilmente reconocible por su decorado naranja. El candidato regional, Cayetano Polo, no dudó en pasar la mañana en la capital pacense, primero junto al río en la caminata organizada por la Asociación Española contra el Cáncer y después en el parque de tres Arroyos. En la romería el equipo de campaña del PP repartió sombreros de paja con cinta azul a los que nadie hizo ascos pues el día salió soleado y apetecía cubrirse. Allí estaba el alcalde, Francisco Javier Fragoso. Tampoco faltó el cabeza de lista del PSOE, Ricardo Cabezas. Badajoz Adelante estuvo presente con Antonio Manzano y parte de su candidatura pero con las manos vacías, al menos de objetos de propaganda electoral, no así de iniciativas. Esa fue la respuesta que le dieron a una ciudadana que les preguntó si no daban nada. «Nosotros ofrecemos propuestas, señora».

Los políticos se han echado a la calle como si no hubiera un mañana. Ese mañana son los cuatro años que quedan por delante. Gobiernen o no, es ahora cuando la calle debe ser su referente, las asociaciones de vecinos, los ciudadanos de a pie con sus problemas cotidianos, los padres de alumnos de Secundaria que no tienen instituto en su entorno, los comerciantes, los autónomos, los skaters, las hermandades y cofradías, los afectados por el ruido nocturno, los mayores que no tienen dónde reunirse, las familias que viven en barrios sin red de saneamiento o en calles sin urbanizar, los colectivos culturales o los equipos de fútbol base que no tienen dónde entrenar. A la calle desde ya.