El escritor Santiago Posteguillo (Valencia, 1967) llevaba tiempo interesado en «equilibrar» los personajes masculinos y femeninos de sus novelas. Desde la trilogía de Escipión, donde cada vez aparecen más mujeres, a la de Trajano, donde hay guerreras, gladiadoras, emperatrices y asesoras imperiales, al autor ya le «pedía el cuerpo» situar en el centro de una trama un personaje femenino. Buscando se topó con una biografía escrita por la profesora Bárbara Levick en la que realizaba un retrato «absolutamente impresionante» de Julia Domna, la esposa del emperador Séptimo Severo. Fue así como Posteguillo encontró a una mujer «que cambia el mundo, que va a luchar por instaurar toda una nueva dinastía imperial y tan desconocida como injustamente olvidada».

Él se encargó de devolverle el merecido lugar que le correspondía con la novela histórica Yo, Julia, ganadora del último Premio Planeta, que va alcanza su sexta edición y que ayer su autor presentó en la Feria del Libro de Badajoz. El escritor reconoció que el premio Planeta «es la fantasía de cualquier novelista en lengua española» por su dotación económica y por el impacto social y mediático que genera. Por eso reconoció que aunque sus novelas ya habían alcanzado un cierto nivel de popularidad, había lectores que no se acercaban por ser históricas y centradas en un periodo muy preciso, el de la antigua Roma. «Sin embargo ahora, al tener Yo, Julia el sello de Premio Planeta hay más lectores que se han acercado y de esta obra saltan a mis novelas anteriores. El premio Planeta te da muchísima visibilidad».

Por su pasión por la novela histórica y en concreto por el imperio romano, Posteguillo ha conseguido que muchos lectores adquieran conocimientos que en textos académicos les quedan distantes. «La novela histórica tiene la capacidad no ya de que cuando tú entras lees la historia, sino que cuando entras en una buena novela histórica, acabas viviendo la historia». Según contó, ha escrito tanto sobre el imperio romano porque «Roma es nuestro pasado y entender a Roma es entender nuestras virtudes y nuestros defectos».

El devenir del imperio estuvo marcado por la lucha de poderes, un universal histórico y atemporal. «Hay una serie de universales -comentó el autor- relacionados con la naturaleza humana que no cambian en dos mil años: amamos, odiamos, somos leales o desleales de la misma forma ahora que hace dos mil años». Escenas que se pueden encontrar en sus novelas se pueden extrapolar a situaciones actuales sin incorporar ideas que se desarrollan muchos siglos después. Así, Trajano luchó contra la corrupción y Julia siendo mujer fue capaz de sobreponerse a un montón de dificultades en un mundo controlado por hombres. «Pero lo que no puedes hacer como novelista histórico, es trasladar de forma anacrónica conceptos del siglo XXI al siglo XX». Por eso presenta a Julia como una mujer con mucha determinación y carácter «pero sin ninguna idea feminista». Eso sí, puede ser «que la determinación, audacia e inteligencia de Julia sean un modelo ejemplar para mujeres y hombres que en el siglo XXI creemos en la igualdad de género».