Fuera complejos. Badajoz aspira a la declaración de su Carnaval como Fiesta de Interés Internacional, que no es poco. Son muchos los trámites y requisitos, pero el primero, aunque no existan justificantes para poder demostrarlo, es que nosotros mismos nos lo creamos. Y no nos lo creemos. Sirva de ejemplo, sin menospreciar ni mucho menos a ninguno de los que han pasado por el balcón del ayuntamiento (faltaría más), el plantel de algunos de los pregoneros que han dado el pistoletazo de salida a una de las fiestas más emblemáticas de la ciudad, la más popular sin duda y la que más entusiastas aglutina.

Dar el pregón del Carnaval de Badajoz, una fiesta de Interés Turístico Nacional, es un honor para quien es designado para esta función, pero también una responsabilidad. No se trata de enfrentarse el viernes de Carnaval a miles de carnavaleros que ya se mueven al ritmo de la percusión en la plaza de España "a lo que salga". Hay que estar a la altura y algunos de los que se han asomado a la balaustrada no lo hayan estado. Cuando el alcalde o el concejal de Festejos te llama para proponerte que seas el pregonero del próximo Carnaval de Badajoz hay que reaccionar convencido del papel que se asume y eso significa que es imprescindible aparecer esa noche disfrazado, por dentro y por fuera, y con un pregón currado , cargado de lo que uno quiera: humor, sarcasmo, sentimientos, emociones, palabras ajenas o propias, siempre al nivel de las circunstancias.

En la larga trayectoria de esta fiesta, algunos de los designados no se lo han tomado en serio, tan en serio como este papel merece. Y me atrevería a decir que ha ocurrido sobre todo entre los foráneos de fama efímera. Recuerdo a un conocido presentador de televisión que quiso ser como Julio César, pero lo único que hizo fue venir y ver, porque no venció. No se disfrazó, no se preparó nada, dijo cuatro palabras, que sin embargo fueron recibidas con miles de aplausos y agradecidos griteríos, y se fue por donde había venido. Por remontarnos a una edición más cercana, otros dos hermanos afamados de la pequeña pantalla, hijos de esta tierra, se mostraron entusiasmados cuando su nombre resonó en toda la prensa local como pregoneros, pero el viernes de Carnaval, además de llegar tarde, no se habían preparado absolutamente nada y no es porque confiaran en su labia resabiada y capacidad comunicativa innata, sino que creyeron que con su sola presencia bastaba. Y no bastó. Fue un churro de pregón. Sudor y lágrimas costó a los periodistas recoger algunas de sus palabras en la crónica del acto. Como también sufrieron cuando tuvieron que dar cobertura a la intervención de un deportista metido a pregonero, que no a carnavalero, que no articuló dos frases seguidas con coherencia, porque tampoco se las había preparado.

Sirvan de ejemplo a seguir los pregoneros autóctonos, carnavaleros de pro, amantes convencidos de la fiesta, que siempre han subido al balcón cargados de sabiduría y emociones, y hasta los miembros de la corporación municipal aparecen esa noche disfrazados, con un atuendo diseñado para la ocasión, casi siempre con un mensaje político, para no desperdiciar la oportunidad, porque se toman en serio la diversión.

Pongamos las miras en Cádiz, si es que el Carnaval de Badajoz acaba creyéndoselo. Allí alternan a los famosos de fuera con los famosos de dentro vinculados a la fiesta. Merche, Jorge Drexler, Pasión Vega, Carlos Herrera, Sara Baras, Jorge y César Cadaval, Antonio Burgos y Carlos Cano, Rocío Jurado, Jesús Quintero y hasta Rafael Alberti han sido pregoneros de Cádiz y han contribuido con su nombre a expandir la fama de su Carnaval, que los ha hecho suyos y los han arraigado. Sin complejos.