Confieso que el cuerpo me pedía escribir sobre mi novia. Me explico: novia cinematográfica. Ayer cumplió 53 años la actriz Robin Wright, cuyo único defecto es que estuvo casada un puñado de ellos con el petardo de Sean Penn, que siempre me ha caído fatal, casi tan mal como nuestro Javier Bardem, que ya es ansia. A Robin, la llamo así porque hay confianza, la descubrí, todos la descubrimos, con La princesa prometida, aquella fantástica película que nos devolvió la costumbre de soñar y el sano ejercicio de creer en el amor. Buttercup era la mujer por la que merecía conquistar un reino. Después, se nos perdió un poco siendo Jenny Currun, la Jenny de Forrest Gump, pero nos hizo llorar a mares y convertimos el reproche en devoción. En los últimos tiempos, se nos ha atragantado como Claire Underwood, la de House of Cards, que es mala del carajo -»¿Soy la clase de enemiga que quieres tener?»-, pero cuando hemos conocido el amor verdadero, también acabamos conociendo algo o bastante el perdón. Y de estas dos cuestiones tan sencillas pero tan profundas -amor verdadero y perdón- voy a terminar escribiendo porque en los últimos días la Semana Santa de Badajoz ha tenido un pórtico de lujo: cuatro pregoneros que atesoran muchos valores, recibidos, esencialmente, de sus madres -las madres encarnan el amor verdadero- y devotos de dos figuras de la historia y de la fe que representan, precisamente, el amor inmaculado, sin dobleces, sin fisuras, sin titubeos y el perdón, auténtico, real, el perdón al que le acompaña el olvido y la restitución. Cuatro pregoneros con intachables trayectorias profesionales y públicas, con incuestionable compromiso social y solidario, con ejemplar dedicación cristiana y con un encomiable sentido de la amistad y el trabajo. Ellos, los cuatro pregoneros, saben que María y Jesús, son mucho más que la Semana Santa y algunos días especiales de oración y devoción. Ellos convierten su fe en una práctica de vida diaria y la sencillez de sus palabras como creyentes no resta en la trascendencia de sus actos. Jesús Reynolds, en el pregón de San Roque; Pepe Posi, en el de La Concepción; Germán López, en el de la Agrupación de Hermandades y Cofradías; y José Luis Lorido, en el del Costalero, vienen demostrando durante todo el año que Badajoz es rica en tradiciones y en gente que ha sabido respetarlas.