THtablemos de los XIII Premios de la Música. El provincianismo desplegado (hablar de Hollywood y de glamour en Ronda del Pilar resultó delirante) es directamente proporcional al catetismo ilustrado que tanto gusta por estos pagos. La lista de premiados y finalistas era interminable y uno puede escuchar todas las emisoras musicales del mundo y no conocer ni de pasada a la mayoría de quienes formaban parte de ella. Y llamar academia y académicos al artificio es, como poco, pretencioso.

Los cuatrocientos mil euros que aportó la Junta indica: a) que a lo mejor no hubo ninguna institución en el resto de España que soltara la pasta, b) que la fiesta, de entrada, era un pelín cara y c) que la sabiduría popular interpreta el acontecimiento: El que quiere baile, que pague músico . La inversión, justificada como compromiso con la cultura y como promoción de Extremadura, Badajoz y el Palacio de Congresos no deja de ser relativa y con pinta de brindis al sol. La audiencia en la retransmisión en diferido el viernes fue del 2,6%, el nombre de Badajoz sonó poco, casi nada y, en demasiadas ocasiones, de manera desafinada, o sea, de refilón y con poco conocimiento de causa y el nombre impuesto del Palacio pasó prácticamente inadvertido.

Por cierto: ¿por qué se puso, cuánto costó y quién pagó la publicidad en los medios de comunicación, banderolas en las farolas y en las paradas de autobuses urbanos si se trataba de una actividad privada y de acceso restringido? Ello indujo al error en la ciudadanía. No se trataba de un concierto sino de una entrega de premios de una organización privada que invitaba a quien le daba la real gana. Eso no obsta para que hubieran tenido un detalle con la ciudad organizando un concierto, aunque también hubiera acabado pagándolo la Junta.

Finalmente, pareció como si todos tiraran de argumentario con el lugar emblemático en el que se encontraban (la memoria histórica, ya saben) en un alarde de ignorancia supina que patentizó el señor cantautor extremeño homenajeado a quien debieron regalarle algún libro sobre la guerra civil en Badajoz y así descubriría que en aquella plaza de toros no sólo fusilaron a ciudadanos comprometidos con la izquierda.

Eso sí, por televisión vimos entre el público a algunos que bien se buscaron la vida para estar allí sin tener que estar. Quedó retratada su pericia. Y su impudicia.