TQtuizás se pueda decir que soy un exagerado, pero es bueno ir teniendo planes de futuro, incluso en épocas de crisis. Verán. Para nadie es un secreto que el recinto abaluartado de nuestra capital es uno de los más importantes de España y que se conserva todavía en gran parte de su longitud. Y, al mismo tiempo, es verdad que a partir del momento en que dejó de ser útil comenzó a sufrir agresiones. Y no precisamente por parte de ejércitos enemigos, sino de las propias administraciones públicas.

Ya en 1817, recién acabada la Guerra de la Independencia, se construyó una plaza de toros en el baluarte de San Roque. Y el proceso no se ha detenido. Ahora toca destrozar baluartes, sin ningún provecho público, para construir aparcamientos. El próximo será, si los dioses no lo impiden, el de San Pedro. Ahora manda el coche; o sea, nuestro egoismo.

A lo mejor es hora de redactar un plan de rehabilitación del recinto en su totalidad. Para restaurar lo que aún no lo está y para llevar a cabo una operación urbanística que lo muestre con toda su potencia arquitectónica. No me engaño. Se trata de un problema de restauración, pero también significaría poner en marcha un plan para liberarlo de adherencias y volver a darle espacio. A lo mejor hay que expropiar edificios y eso provocaría problemas, pero tampoco hablamos de una operación de dos semanas. Es un recurso monumental inexplotado.

Ya sé. Estamos en crisis. No hay ni un céntimo disponible. Aunque si sólo se piensa en el hoy, por muy miserable que sea, y no en el mañana, haciendo planes ambiciosos a largo plazo, nunca saldremos de esta realidad pedestre. Vamos, como el ayuntamiento. Son malos tiempo para la lírica, pero quienes aspiren a regir los destinos de esta ciudad debieran tener algo de fantasía, sin llegar a la ciencia ficción. Badajoz necesita que los políticos se pongan en hora y, además de pretender solucionar problemas de hoy, se marquen horizontes utópicos, a pesar de no inaugurar ellos las obras. Siempre habrá alguien que haga eso. Sea lo que sea. ¿No?