Uno de los monumentos badajocenses o, mejor dicho, la parte monumental más conocida de uno es la Puerta del Capitel. El nombre viene, evidentemente, del que luce empotrado en la parte alta del arco, que es de herradura algo apuntada. Esa puerta tiene relevancia no solo por su aspecto, sino porque establece una cesura topográfica y constituía el principal acceso a nuestra Alcazaba desde la ciudad. Hablo de cesura porque, en su momento, comunicaba la zona política y castrense de la población con la ciudad civil -la «madina»-. O, describiéndolo con más corrección, la explanada que antaño separaba ambos elementos urbanos. Fue en esa área donde se desarrollaron los sucesivos mercados de la ciudad desde sus primeros orígenes árabes hasta el alcalde L. Movilla. Pues bien, la puerta no parece haber sido siempre como ahora. En la actualidad es el resultado de varias reformas, alguna de importancia, y con bastante certeza en una fase anterior no tuvo esa apariencia arrinconada que hoy contemplamos. Le falta, quizás solo en parte, una barbacana. Un pequeño recinto algo semejante al actual, para defender el acceso al vano. La fachada tiene rasgos de gran aparato, estamos hablando de una fecha que oscila entre mediados del siglo XII y comienzos del XIII, por su revestimiento de sillares de granito. Para realizarlo se usaron piezas reutilizadas, traídas de diferentes sitios; todas de granito, salvo las impostas, que son de caliza. La textura de la piedra granítica, material muy apreciado por su rareza en Batalyaws, es distinta en casi cada una de las componentes. Son un testigo interesante del modo constructivo: se colocaron y luego se retallaron, para crear el alfiz o marco del arco. En ese momento se emplazó el capitel, romano y traído de Augusta Emerita. Queda la duda de saber si ya estaba colocado en la teórica primera fase constructiva o solo en esta segunda, pero se eligió con cuidado para empotrarlo allí. Y su recogida en un lugar concreto de la ciudad romana no fue coincidencia, sino producto de un proceso muy pensado y con connotaciones ideológicas más que evidentes. Desde luego, no se trajo desde su edificio original como un mero material de acarreo. Todo lo contrario.