TUtna puerta no sólo sirve para entrar o salir de un espacio, o para cerrarlo, sino que puede tener numerosas utilidades. Con una puerta he visto hacer cosas como darle con ella a alguien en las narices; utilizarla como mesa; hacerla astillas para combustible de barbacoa; convertirla en tabla de surf; ponerla bajo el colchón para aliviar el dolor de espalda; arrastrarla como si fuera un trineo; convertirla en andamio con ayuda de dos caballetes; improvisar un tobogán apoyándola en una pared con el suficiente grado de inclinación; valerse de una giratoria como tiovivo; y, desde luego, usarla como camilla para evacuar a un herido. El invento no es nuevo ni es extremeño. Ya aparece en la literatura y en el cine. Y no es para rasgarse las vestiduras que se utilice en un campo de fútbol para trasladar a un jugador lesionado.

Que la escena de la puerta-camilla haya sido retransmitida desde un campo extremeño sólo puede afectar en su orgullo aquí a quien está comido por los complejos. Lo importante no es la puerta o la camilla, sino la capacidad de improvisar y la rapidez de reflejos de quien utilizó sabiamente los medios que no tenía a su alcance. Puerta en lugar de camilla y subdesarrollo no son equivalentes, ni la dichosa escena describe ninguna realidad que no sea la agilidad mental y los recursos de nuestra gente.

Todos los medios los tiene el Real Madrid y de nuevo está iniciando otra temporada mediocre. Lo importante no es que rebose la abundancia sino que se sepa sacar provecho aun de la estrechez, y de esto sabemos mucho los extremeños. Otros pretenden ponerle puertas al campo, un empeño siempre condenado al fracaso. Igual que los de siempre reservan las puertas del cielo para quienes comulgan con sus dogmas.

Yo prefiero, en todo caso, la puerta-camilla, o la puerta-mesa, o la puerta-somier, es decir, la imaginación y la capacidad de salir de los problemas por la del ingenio, que es la puerta más barata y rara que existe. Por suerte, Extremadura tiene todas las puertas que necesita, inclusive la que ha de sustituir a una camilla cuando es necesario. Hace escasas décadas aquí no había ni el vestuario al que poder quitarle la puerta para darle otro uso. Hoy tenemos tantas puertas que están abiertas todas las posibilidades y lo único ridículo de este caso es la mirada tonta e intransigente de ciertos espectadores.