Espero, deseo, ansío ver así la ciudad. De punta en blanco. El día uno de octubre a las doce de la noche. Esa es la fecha y la hora. Siento algo así como un frenesí en mi interior. A la hora bruja saldrán los camiones y comenzará una nueva era. Dejaré de hacer quiebros en el caminar para evitar pisar vómitos y regueros de orines de personas y perros. Ya no veré bolsas de plástico ni de chucherías, hasta los lunares negros que adornan las aceras (resulta que son chicles) desaparecerán. Hay, al parecer, un producto para disolverlos. Los concejales socialistas dejarán de sentir cómo el enlosado se adhiere a las suelas de sus zapatos debido a la mugre recalentada. Será como vivir en otra ciudad porque todo cambia cuando se adecenta, y Badajoz está indecente hace ya demasiado tiempo. Creo recordar que una vez nos distinguieron con la escoba de plata. No lo entiendo porque siempre he visto casi todo sucio. No quiero tontos y falsos reconocimientos. Quiero poder caminar con las aletas de la nariz bien abiertas.

Ha llegado el momento del cambio. Nos pide el responsable de la empresa concesionaria que tengamos paciencia. La tendré, pero no demasiada, que nos cuesta el dinero y no están las cosas para que se nos vayan los fondos en salvas. Propongo una procesión festiva. A las doce del uno de octubre, siguiendo a los camiones con alborozo. Nos merecemos ir por la calle sin dar saltos para no pisar inmundicias. Es caro y por eso espero que la empresa cumpla, de lo contrario le lloverán las críticas.

Pero no sólo tiene responsabilidades la empresa. Será necesaria una mayor vigilancia para que los bárbaros de siempre no prendan fuego a los contenedores nuevos. Y los demás, los que no somos pirómanos pero sí bastante cochinos, es preciso que nos pongamos las pilas. Nada de tirar todo en cualquier sitio. Y, por favor, a orinar a casa.

Una ciudad de punta en blanco. Eso es lo que espero, deseo y ansío.