Amaranta Gómez, antropóloga e investigadora social muxe, activista en prevención del VIH, cofundadora del Fondo Internacional Trans y la Coalición Mexicana LGBTTI, participa en Badajoz en un encuentro con motivo de la fiesta Los Palomos, para hablar sobre La identidad muxe indígena mexicana.

Es catedrática de la Maestría sobre Formación de Liderazgos Indígenas, que «hospeda» la Universidad Carlos III de Madrid. Vino a España hace tres años a impartir clases y el año pasado conoció a José María Núñez, en Bogotá, en una reunión de la Fundación Triángulo, que apoya a organizaciones LGBTTI en Colombia: «Pudimos conversar, ver la posibilidad de venir coincidiendo con Los Palomos, a compartir algunas experiencias», afirmó.

Como activista indígena mexicana muxe -término que antes de llegar los españoles a América definía un tercer sexo, una identidad con un papel definido en su comunidad-, explica que llega a Badajoz para entablar «un diálogo intercultural entre esta región y el Istmo de Tehuantepec (sur de México) desde la identidad muxe», pues la historia y la cultura «nos colocan para reconocer que tenemos necesidades comunes y algunas historias diferenciadas; que debemos construir puentes, dialécticas que nos permitan conocer la riqueza que tiene la diferencia en términos culturales; y en este marco Los Palomos es propicio al ser un espacio para celebrar la diferencia.»

Desde la identidad muxe, mucho antes que la Conquista, «antes de «la sopa de letras LGBTTI, ya existía una sopa de letras indígena que celebrábamos nuestras identidades dentro de sus contextos y realidades», afirmó Gómez. Mas, «en épocas globales necesitamos construir dialécticas, diálogos interculturales para conocer esas riquezas y las necesidades comunes para por trabajar de manera conjunta», señaló.

Dentro de la cultura zapoteca, aseguró, «hemos tenido las identidades de género muy claras». En el caso de las persona muxes, «es un espacio del tercer género, ni se es mujer ni se es hombre, simplemente se construye una identidad muxe. Y esto tiene su origen en el siglo XVI; hay datos de los misioneros, como de Córdoba, que registra en su bocabulario zapoteco la palabra muxe.»

Es decir. añadió, es «una identidad que ya venía existiendo y que a pesar de los procesos de cambio cultural, de sincretismos, de opresiones y de negaciones, esa identidad prevalece. Desde hace más de 30 años venimos trabajando para que no solo se nos siga reconociendo, sino reforzando el acceso a los derechos y al reconocimiento de nuestra existencia y nuestras necesidades».

Todo ello, indicó, «no quiere decir que sea el paraíso, que no exista discriminación o fobias. Sin embargo, la diferencia que observo tiene que ver con la aceptación. En Occidente, ante un chico gay o una chica lesbiana, se pide que se les lleve a un psicólogo, es un proceso de papá, mamá e hijos; en los muxes, la propia cultura hace que esa identidad se reconozca como propia», explicó.

Sin embargo, consideró Amaranta Gómez, «no estamos exentos de los cambios culturales, económicos. políticos y de seguridad que vivimos en México. Con una violencia muy fuerte entre del narcotráfico, el crimen organizado y el vandalismo, que ha llevado a un situación, además de la violencia por la secularización de las religiones, sobre todo fundamentalistas, a que grupos contra los derechos generen mundos de la norma y de la no norma. Ha habido afectaciones importantes; en los últimos 15 años hemos tenido entre 8 o 9 asesinatos de persona muxes y eso hace 30 años no ocurría. Si no hacemos algo, habrá serios problemas en el futuro.»

Una idea que desea dejar en Badajoz, dijo, es tener «la ayuda de la cooperación y de amigos expertos activistas para crear una etnocartografía de la diversidad sexual de género en los contextos indígenas. ¿Qué aportaría? reconocer dónde están. Una etnocartografía que se reconozca no solo por los nombres de las regiones, sino que apueste a un proceso pedagógico para el movimiento LGBTTI y la sociedad misma, para reconocer que ya existían estas identidades con sus propias culturales, costumbres, denominaciones y realidades.»

América Latina «podría aportar a estar etnocartografía, pondría en debate los desafíos de comunidades que no acaban de ser reconocidos y que mucha veces llegan muy tarde al acceso a la educación, a la justicia, al trabajo, esa intersección de las vulnerabilidades es tremenda porque si a ser indígena, de la diversidad sexual, de lo rural, de la provincia, agregamos el color, o la discapacidad, esas vulnerabilidades potencian el estigma y la discriminación. Ahí Extremadura, los activistas, los filántropos, pueden ayudar a que estas realidades cambien con nuevas narrativas, ayudar a que las brechas de acceso se corten.»

ACCESOS / En cuanto a los accesos, ante la diferencia con las identidades gay y lésbica, en 2015 Amaranta y otros activistas trans crearon el Fondo Internacional Trans. Un estudio en Estados Unidos, entre 2011 y 2013 demostró que alrededor del mundo las organizaciones trans recibieron menos de 10.000 dólares, en un año; «la brecha era enorme», afirmó. El fondo se creó «para atender y entender que las comunidades trans han de estar en el centro de las prioridades». También para reconocer «las capacidades y talentos, u acceder a la justicia, al amor, a muchos beneficios que nos han negado muchos años; y para reducir la brecha.»

El fondo ha beneficiado a 90 proyectos alrededor del mundo, en tres convocatorias de subvenciones entre 10.000 y 40.000 dólares. Y ha priorizado zonas donde el movimiento LGBTTI no estaba ubicado: Europa del Este, Asia Central, El Pacífico, África y América Latina; el Norte global tiene trato diferenciado pero «hay que atender donde las emergencia son más graves», dijo.

Para Amaranta Gómez, «las nuevas narrativas deben basarse en la defensa de los derechos civiles y el acceso a ellos, pero necesitamos algo práctico, que tiene que ver con crear, acordar y exigir justicia social.»