El presidente del Gobierno quiso cerrar el año enfatizando que la economía y la salida de la crisis han sido su prioridad en lo que va de legislatura y así seguirá siendo, por mucho que reconozca que el órdago soberanista lanzado desde Cataluña le dará notables quebraderos de cabeza en el 2014, año elegido, en principio, para convocar una consulta. En esta línea, anunció que habrá más reformas y cambios positivos en las cifras macro y microeconómicas (estas últimas son las que dominan y perciben los ciudadanos de a pie) en los próximos doce meses y, por el contrario, garantizó inmovilismo en lo que atañe al conflicto catalán: diálogo sí, con el presidente Artur Mas o con el líder de la oposición, pero pactos que supongan cambios de calado --reforma de la Constitución incluida--, ninguno.

¿Y qué plan tiene entonces Rajoy para Cataluña? Seguir oponiéndose a la celebración de un referendo ilegal; defender "sin descanso" la vigencia de una Carta Magna que no piensa tocar y recalcar desde la propia Cataluña (donde viajará con frecuencia el próximo año) que si no llega a ser por las inyecciones de liquidez que el Estado ha facilitado a esta comunidad habría entrado en "quiebra", tal y como enfatizó ayer en rueda de prensa en la Moncloa. Pero de buscar fórmulas para autorizar consultas o modificaciones en las reglas de convivencia, ni hablar. "Hay cosas que no se me pueden pedir", dijo ayer el presidente en varias ocasiones al hablar del desafío catalán.

ABORTO Y 'CASO BARCENAS' Ni siquiera el hecho de que el Rey reclamara diálogo, reformas y generosidad a los partidos para desencallar en conflicto en Cataluña hizo al jefe del Ejecutivo replantearse sus tesis que, como él mismo recordó, ni han variado ni van a variar, por más que se empeñen los demás. "Hay quien decidió abrir un camino sabiendo cuál iba a ser mi posición", aseveró aludiendo sin mencionarlo a Mas.

En todo caso no era Cataluña el asunto que más le apetecía analizar a Mariano Rajoy en la rueda de prensa con la que hacía balance del año que termina: una vez leído el mensaje que llevaba escrito al respecto, mostró cierta incomodidad cuando los periodistas le preguntaban una y otra vez sobre sus intenciones para tratar de sacar algo en claro de sus palabras. Tampoco se mostró locuaz cuando le reclamaron valoración sobre las voces discrepantes que han surgido en el PP en torno a su proyecto de reforma del aborto, limitándose a calificar de "equilibrada" una propuesta que, al menos de momento, en Europa solo ha aplaudido el ultraderechista Jean-Marie Le Pen.

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