Los japoneses, tan equilibrados para todo, le han recibido perplejos. Porque hay heroicidades que no entienden ni siquiera los inventores del samurai, el seppuku, el harakiri y el kamikaze. De los casi 400 primeros ministros y jefes de Estado que hay en el mundo, Rajoy es el único que se ha atrevido a visitar Fukushima. Valiente él donde los haya, no hay duda. Y listo. Los demás -Merkel, Cameron, Hollande, Obama y tantos otros- deben de ser, además de cobardes, tontos, pues no han visto las ventajas de exponer sus cuerpos a la radiación de la central destruida para traerse contratos a sus países. Una verdadera heroicidad de quien en España no se atreve a ponerse delante de los periodistas ni a salir muchas veces por la puerta principal de las Cortes. Curiosamente, el mismo día que Rajoy visitaba Fukushima se producía una peligrosa filtración de agua radiactiva en la central y en España moría un joven de veintitantos años a causa del hambre. ¿Tendrá algo que ver él en tales sucesos? ¿Será su presencia tan letal como para hacer temblar los cimientos de la catástrofe? Aquí, desde luego, ya ha derribado buena parte del edificio social y los damnificados se cuentan por millones.

Si Rajoy ya era radiactivo antes de visitar Fukushima, me temo que haya vuelto mucho más tóxico, es decir con más ganas de terminar de tsunamizar España, para entregarla a sus amigos y colegas a precio de saldo. Un tipo así, en contacto con una central destruida y con el uranio liberado, tiene que salir forzosamente reforzado en su agresiva mineralidad, porque él, al revés que Supermán, al que la kryptonita le debilitaba, donde se crece es precisamente en los ambientes con un alto nivel de radiactividad. Desde que gobierna, Rajoy ha contaminado España con radiaciones mortales, que están reduciendo a la nada el Estado del Bienestar y destruyendo la unidad del país. Con la inyección supletoria de radiactividad de Fukushima me temo que haya vuelto con un colocón de uranio enriquecido -por lo de las comisiones ilegales, la contabilidad B y los sobres con dinero negro- que solo puede tener consecuencias funestas.

Yo solo le deseo, puestos a dar ideas para esta admirable diplomacia de la radiactividad, que persista en esa dirección y se vaya a pasar unos días a Chernóbil, a ver si termina de radiarse del todo y nos deja en paz de una puñetera vez.