TAtfortunadamente cada vez existen menos cosas inamovibles. Nosotros mismos somos los primeros que cambiamos a lo largo de los años. La historia está repleta de cambios y transformaciones. Algunas más lentas o con poca virulencias y otras que necesitan de verdaderas revoluciones que llevan aparejado el sufrimiento o castigo de una o miles de personas.

Lo que está sucediendo estos días en el llamado mundo árabe nos devuelve a una realidad que preocupa y a la vez alienta a rebelarse contra las normas o situaciones establecidas.

Pero no hace falta irse tan lejos para comprobar como hay personas o colectivos que se convierten en verdaderos luchadores y, a veces, héroes por la defensa de lo que creen más justo o en contra de lo que consideran injusticias o sinrazones.

Nos pueden gustar más o menos sus causas, y no tenemos por qué compartir sus reivindicaciones ni tampoco las formas de conseguirlo; pero resulta admirable la fuerza, el empeño y el valor que muchos demuestran para vivir de acuerdo con sus ideales, creencias o convencimiento. Lo más fácil es el conformismo.

En esta semana plagada de acontecimientos que han sido noticia en la ciudad de Badajoz; desde un preocupante robo en la Base General Menacho, pasando por un entretenido y polémico concurso de murgas y donde no han faltado palomos cojos que están dando la vuelta a España; un hombre que lleva casi dos meses apostado ante las puertas de un juzgado intentó quemarse a lo bonzo para pedir que se vuelva a ejecutar una sentencia a favor de su hijo. Según explica este vecino de Valdelacalzada el responsable del grave accidente que sufrió su hijo hace unos años, ocultó sus bienes para declararse insolvente y no afrontar la indemnización que le corresponde. Desconozco si es cierto o no, pero probablemente todos sepamos de algún caso en el que esta práctica ilegal permite que algunos esquiven la justicia.

La desesperación casi le cuesta su vida, pero asegura que seguirá luchando.