Dónde está la crisis, preguntaba desde la "seguridad" que le proporciona la atalaya de la clase media en la que vive. Parecía molestarle que otros, a su entender menos afortunados, pudieran disfrutar de un fin de semana de asueto en el Portugal intervenido. Confundía la parte con el todo y daba la impresión de que le incomodara, teniendo en cuenta además el precio de la gasolina, la P distintiva en las matrículas de los coches que había visto en su periplo vacacional por tierras lusas. Muchos coches y muchas personas comiendo en los restaurantes de la costa.

Coincidimos con este absurdamente altivo personaje durante el corto paso que hemos realizado por el país de nuestros vecinos. Aconsejé a ese soberbio clasista que se molestara en mirar más allá de sus narices. La crisis está en las mesas instaladas entre los coches aparcados para protegerse del viento atlántico. Fiambreras sobre manteles floreados y familias degustando los manjares preparados en casa. Y, si tenía tiempo, le recomendé esperar al lunes y darse una vuelta por las oficinas de empleo, y si aún le quedaba algún día más lo dedicara a hablar con la gente. La crisis está ante nuestros ojos, en decenas de detalles, si queremos verla, y nos espera, a usted también le dije, a la vuelta de cualquier recodo. No solo a los ciudadanos del Portugal intervenido, sino también a los de la España que boquea. Cuando le vayan orillando y se vea obligado a doblar la esquina, entonces verá y sufrirá la crisis. Quizás compruebe que su pensión es más baja de lo que esperaba, que tendrá que pagarse parte de los medicamentos y de las pruebas diagnósticas y que, si quiere disfrutar de unas horas de asueto, deberá colocar la mesa al lado de su viejo coche y, con o sin mantel, degustar las viandas traídas en desde casa.