Hay personajes de la historia de Badajoz de los que no se habla y que, sin embargo, en un momento dado han tenido una gran importancia. Uno de ellos es el mariscal Soult. En las próximas semanas aparecerá la edición española, completa, de sus memorias sobre las campañas de la Península Ibérica, que para nosotros es la Guerra de la Independencia. Eso me lleva a reflexionar sobre este personaje y su relación con nuestra ciudad.

Seguramente sea, después de José I, la personalidad más destacada de cuantas envió Napoleón a nuestros país: jefe del ejército del Mediodía y, prácticamente, virrey de media España. Su fama es muy equívoca porque a su condición de invasor unió su afición por la pintura. Y eso le llevó, aunque en sus memorias ni lo mencione, a crear la mayor colección de pintura española que vio Francia hasta los años finales del siglo XIX. No tengo que mencionar que no toda la adquirió de modo legítimo. Es probable, incluso, que una pieza andalusí de bronce subastada hace pocos años se la llevaran sus tropas del monasterio de Guadalupe y acabara en sus manos.

Pero me quiero referir, sobre todo, a su papel en y con Badajoz. Dirigió el asedio y toma de la plaza en 1811. Cabe decir en su honor que se comportó como un caballero con la guarnición defensora y la población. En flagrante contraste con nuestro aliado Lord Wellington, quien, después de conquistar la ciudad en 1812, fue incapaz, aunque lo intentase, de evitar que sus tropas la sometiesen a un saqueo atroz. Lo curioso es que aquí nos acordamos del segundo y de Soult poco o nada.

Debemos reconocer, por justicia, que ambos vinieron a cumplir con su deber pero que sus intereses no coincidían con los españoles. Soult, cuyo título napoleónico era duque de Dalmacia, residió poco aquí, pero habla tanto en sus escritos de Badajoz que se convirtió en uno de los máximos propagandistas de esta capital. No somos conscientes de la cantidad de historiadores extranjeros que nos han visitado de incógnito para conocer el escenario de las acciones del militar francés. ¿Merecería eso algún reconocimiento?