En su empeño por acercar un pedazo de dehesa extremeña al asfalto de las grandes urbes, Carlos Tristancho y Lucía Dominguín acaban de poner en marcha un nuevo proyecto hotelero: La Comarcal, un espacio singular ubicado en el centro de La Parra (Badajoz) convertido en refugio de urbanitas deseosos de tranquilidad y de sensaciones auténticas.

Tras su dilatada experiencia frente al Hotel Monasterio Rocamador y a la hospedería de La Parra, ahora han rehabilitado una casa señorial del siglo XVI, que perteneció a la familia Becerra y que en el pasado albergó el servicio comarcal del trigo --de ahí el nombre de La Comarcal--, para convertirla en un hotel con seis habitaciones con catalogación de cuatro estrellas, un restaurante y una tienda de productos gastronómicos que ellos mismos comercializan bajo la denominación de País donde habitan los quercus .

Pero la peculiaridad de este espacio es la filosofía con la que ha sido concebido: "queremos que los alojados sientan el calor que sienten cuando van a su casa a comer, sin protocolos, porque en los hoteles se acaba siendo esclavo de los protocolos del negocio", según Tristancho, quien adquirió el inmueble cuando estaba a punto de derrumbarse.

La Comarcal es "como si fuera tu casa de campo, donde puedes avisar para que te enciendan la chimenea, pedir que te preparen unas migas para desayunar o comer en la cocina".

Para ello, sus creadores han diseñado distintas estancias y cuatro comedores, dos de ellos privados, con un restaurante en el que tres mujeres del pueblo, amas de casa que nunca se han dedicado a la hostelería, cada día proponen sus menús en total libertad. Cada una ofrece a los alojados los platos que han elaborado con productos del lugar, para lo que disponen en la cocina de tres zonas separadas, con tres hornos y tres neveras. Ellas mismas sirven la comida que preparan, desde lentejas hasta caldereta o cochinillo en adobo.

Además, La Comarcal nace como "prototipo" de una marca genérica exportable a otras regiones "para quienes quieran aventurarse a rehabilitar edificios con sabor para después reinterpretarlos y alojar en su interior una tienda especializada en productos gastronómicos de la región".

Según Tristancho, "hemos tratado de meter en este guiso empresarial todos los reclamos para que sea un sitio de destino", abierto al público de jueves a domingo, y de lunes a miércoles bajo petición.

Para el cliente es como tener una casa en el pueblo, pero no cualquier casa, sino una casa señorial, con camas que han costado 6.000 euros, repleta de contrastes, con lámparas y muebles diseñados por Tristancho y Dominguín, y la cuadra original de la casa convertida en comedor principal.