En la parte alta de Badajoz, se llamase como se llamase, hubo un gran poblado prerromano que pervivió hasta por lo menos el siglo II d. C. Sus habitantes, cuando fallecían, eran cremados y sus cenizas depositadas en urnas de cerámica. El cementerio donde se colocaban esos recipientes con sus ofrendas parece haberse emplazado justo en el lado sudeste de la población.Una parte se excavó en dos solares de la calle Martín Cansado y, cosa curiosa, sus límites hubieron de ser casi, o sin casi, los bordes de la cárcava que discurría, ya lo describí, siguiendo el trazado aproximado de la Ronda del Pilar. Pues bien, el cabezo modificado, para convertirlo en baluarte de San Roque -no San Pedro-, protegía esa zona de los vientos dominantes, estando su costado oriental más bajo que toda el área occidental de la ciudad. Esa circunstancia hizo que las alfarerías en las que se abastecía la población de vajilla doméstica de mesa y cocina se colocasen por sus proximidades -al sudeste- y a su abrigo. De ese modo, el mucho humo producido por los hornos no penetraba en la ciudad. Es imposible, por ahora, saber si eso ocurrió ya antes de la fundación árabe, en la época del aludido poblado anterior a la conquista y colonización romanas, pero seguro fue así en época andalusí. Los tratados de «hisba» (= policía de mercado) son terminantes al respecto y prohíben la implantación de hornos alfareros en el interior de las poblaciones y obligan a arrojar sus desechos -testares- lejos de las murallas. Por higiene y por seguridad. Amontonar basura cerca de los muros era un peligro. Bien lo aprendieron los yaburíes -los de Évora/Yabura- que no se preocuparon mucho de la limpieza del sector inmediato a su recinto defensivo y eso permitió al leonés Ordoño II, en 913, tomar la ciudad, trepando por los montones de desperdicios acumulados allí. En Batalyaws sabemos que los testares se extendían, como poco, entre el límite meridional del baluarte de Santiago y el Norte del de San Roque, actual palacio de Congresos Manuel Rojas. Es lo que tiene excavar, aunque sea en contra de todos. Y, claro, ser arqueólogo. Para estas interpretaciones la planimetría moderna y la fotografía sirven poco.