TMtujeres y hombres. Compleja y hermosa armonía cuando la vida nos permite gozarla. Hay tiempo para el amor y para el desencuentro, para la convivencia fluida y para el agua espumeante saltando cuando salta de piedra en piedra.

Poético comienzo, un desperdicio, cuando en este escrito tan solo pretendo hablar de la lista de la compra, y de si somos tan distintos al enfrentarnos a ella.

Volvía de un asunto de trabajo y en la radio los oyentes hablaban de la economía en sus casas, y de cómo las mujeres compramos más con la cabeza que los hombres, de que nosotras miramos más el céntimo mientras ellos, siempre caprichosos, se dejan encandilar por el bocado exquisito.

¿Somos tan distintos?

En mi caso soy yo la caprichosa. Hace bastantes años que dejé de cocinar y de hacer la compra. Es mi marido el que se ocupa de todo eso cuando no tiene que viajar y, cuando se va, me enumera los alimentos disponibles en casa. "No hace falta que compres nada, sólo el pan". Y se marcha y, cuando vuelve, prácticamente nada he consumido --salvo huevos y patatas-- porque me quito el hambre por ahí con cualquier tapa. Por el contrario, si soy yo la que se marcha, la intendencia de cocina sigue funcionando con sus compras necesarias y el lógico consumo de alimentos cuando alguien se ocupa de guisarlos.

Así es en mi casa. Cuando vamos juntos a la compra y cojo algo que no estaba previsto, me pregunta: ¿y esto para qué? Me apetece le contesto. "Ah bueno", pero que sepas que no está en la lista.

Lo sé. No está en la lista pero me doy ese capricho. El es más austero, pero no ha sido así siempre. Lo es ahora.

Esa es la clave.

No se trata de hombres ni de mujeres, sino de responsabilidades.

Antes, cuando yo me encargaba, era él quien sucumbía al antojo y yo la que regruñía.

Los papeles no están preasignados, somos nosotros quienes los repartimos.

Mujeres y hombres. Compleja y hermosa armonía- Un comienzo que supone, tan sólo, un capricho.