Soy radical defensor de las energías renovables, estoy convencido de su potencialidad en estos momentos en Extremadura y que puede ser la principal palanca al desarrollo. No procede en esta columna enunciar las muchas razones para apostar por las energías renovables, a pesar de tener también algunas debilidades. Me gusta, y mucho, que mi región tenga un gran desarrollo en este proceso.

Pero me preocupa, y también mucho, que llegar a ser los grandes productores de energías renovables pueda perpetuar la región en la pobreza, introduciéndonos, en lo que el ingeniero Marcelo Muriel denomina la ‘Tercera colonización energética de Extremadura’ tras la hidráulica y la nuclear, que ya sabemos lo que ha dado de si, y nos pueda consolidar en lo que también ha definido el profesor Mora Aliseda como ‘El paradigma de un Modelo Colonial’. Un modelo basado en la extracción de los recursos naturales, sin apenas generar valor añadido en la población del territorio, a excepción de los necesarios colaboradores del mantenimiento del sistema. ¿Quienes son en este caso los beneficiados? Por una parte los propietarios de los terrenos que consiguen rentas muy superiores y con menor riesgo a las que obtendrían con otras actividades empresariales o agrícolas que generarían empleo, lo que desincentiva la iniciativa y la innovación. Los políticos locales que reciben cuantiosos ingresos que pueden distribuir en su ámbito de proximidad con salarios bien remunerados y de escasa productividad y exigencia, lo que genera clientelismo y bajos incentivos a la formación y al esfuerzo, expulsando la población más dinámica. Unos políticos regionales que suben las estadísticas de producción regional sin apenas repercusión en bienestar de la población. Y unas grandes empresas con alto interés en transportar la energía, sin costes de mano de obra, a las zonas de mayores consumos y con menores necesidades de infraestructuras para su distribución.

Este modelo tiene un alto riesgo, a no ser que esta alta producción repercuta en una disminución sustancial del precio de la energía para las industrias locales y de proximidad, hecho muy justificado en los costes reales imputables, que se desarrolle una red de proximidad de distribución energética de máxima calidad y de infraestructuras de transportes y digitales que mejoren la competitividad empresarial. Estas simples medidas podrían permitir que el modelo colonial revirtiera, y la riqueza de recursos naturales sea por una vez una verdadera fuente de progreso y no una penalización para la región, como tantas veces ha sido.