Hay quienes tienen la oportunidad de salir al mundo y descubrirlo. Hay quienes se quedan dentro de sí mismos o en el umbral del suyo y ven la vida pasar. A veces, eso no es vivirla y, otras, como el cine, como los libros, es vivirla de repuesto, inventada o imaginada. Allí están, solitarios, en silencio, bien porque lo prefieren o porque el mundo les abruma y hay demasiado ruido. O porque es como mejor se divierten. El caso es que, llegado el verano, atípico, raro, distinto, incompleto y con la magia desperdigada por los suelos, en la montaña o en la playa, un poco hartos de haber tenido o seguir teniendo demasiado tiempo y con cierto miedo a que el tiempo vuelva a sobrar en un futuro no muy lejano, aquí llegan mis lecturas, por si alguno desea seguir el camino. En casa, recorriendo el mundo; viajando, con la compañía de uno o varios libros. Ahí van los leídos: Tierra, de Eloy Moreno (no dejarás de leer); La suerte de los idiotas, de Roberto Martínez Guzmán (puro entretenimiento); Esta tormenta, de James Ellroy (alta tensión); Me cago en Godard, de Pedro Vallín (para disfrutar del cine escrito); la ya conocida Patria, de Fernando Aramburu, adaptada como novela gráfica por Toni Fejzula y A propósito de nada, de Woody Allen (para cotillear un rato). Ahora, los que tengo entre manos: Elogio de la quietud, de Pedro García Cuartango (sencillamente, un placer); Cómo viajar con un salmón, de Umberto Eco (la genialidad del maestro) y Hasta nunca, Peter Pan, de Nando López (un particular y sorprendente Nunca jamás). Y a los que me enfrento en los próximos y tórridos días de agosto y más allá: Sangre en la nieve (Jo Nesbo), El enigma de la habitación 622 (Joel Dicker) y un veraneo brutal con Stefan Zweig, donde intento disfrutar de la enormidad de su literatura, esencialmente, de ficción. Para ello, he metido en mi mochila Encuentros con libros y Novelas, un librito de 1.560 páginas que reúne sus fascinantes 11 novelas de entre toda su exquisita obra literaria. El monje renacentista Tomás de Kempis dejó escrito que «he buscado en todas partes el sosiego y no lo he encontrado sino en un rincón apartado, con un libro en las manos». Buscad ese rincón y llevaros un libro. Entonces, y solo entonces, nada en el universo os será ajeno.

(*) Periodista