Los romeros que acudieron ayer a disfrutar de la jornada de campo en torno a la ermita de la Virgen de Bótoa se podían contar por miles, aunque muchos habituales coincidían en que había menos que otros años, debido a la coincidencia del puente festivo. La llegada de coches desde las nueve de la mañana fue continua pero ágil y solo se produjeron algunas retenciones en la entrada hacia la dos de la tarde. Las obras de la carretera de Cáceres no complicaron la afluencia, porque la dirección hacia Bótoa fue convenientemente señalizada con carteles por los responsables de los trabajos, a petición de la Hermandad de la Virgen.

Una veintena de agentes de la Guardia Civil y 24 de Tráfico garantizaron la seguridad a lo largo de la jornada, que se desarrolló sin incidentes graves, salvo las lesiones que se produjo el conductor de un quad que fue atendido por una ambulancia del 112. Un año más la hermandad no llegó a un acuerdo con Cruz Roja por falta de presupuesto para que instalase un puesto, y tampoco estuvo Protección Civil, por coincidir con un evento deportivo en la ciudad.

Por la mañana se celebraron tres misas en la ermita. La Mayor fue la de las 11.30 horas, cantada por el grupo La Jara. Al finalizar se celebró la procesión. La Virgen lucía un traje rojo llamativo. Ya lo llevó puesto hace seis años y según contó el Hermano Mayor, Fernando Sánchez Cuadrado, él mismo pidió a las camareras que la imagen llevase un vestuario vistoso y alegre "para que saliese esplendorosa porque ha sido un año bueno para el campo y ha llovido". Junto al hermano mayor tras el paso de la Virgen marchaba el alcalde, Miguel Celdrán, algunos de sus concejales y cargos militares. Los caballistas y las carrozas abrían la procesión y la cerraban los grupos folclóricos, que no cesaron de cantar en todo el camino hasta la encina que representa la aparición de la Virgen, que era mecida por los costaleros mientras cantaban las Lavanderas.

Al regreso, Emilio González Barroso subastó el rosario de plata de la Virgen, que se llevó por 700 euros (el año anterior se pagaron 400) la concejala Rosario Gómez de la Peña quien, según contó, siempre ha ido a esta romería. También pujó el concejal de Medio Ambiente, Antonio Avila, pero su compañera de grupo fue más persistente. El ramo fue adjudicado a un costalero, Juan Pinna, que pagó por él 2.000 euros, la misma cantidad que el pasado año.

A la entrada de la ermita se afanaban los compradores de recuerdos, cuya oferta crece cada año. A las tradicionales cintas (tenían preparadas 5.000), medallas y platos de cerámica se ha sumado una estación meteorológica con la imagen de la Virgen. Detrás del mostrador, Gonzalo Robles, tesorero de la hermandad, decía que si a alguien se le había olvidado comprar un regalo a su madre "aquí puede encontrarlo". La menor afluencia de romeros también rebajó la recaudación, que según Robles, no llegaría a los 6.000 euros.