La labor que se realiza en la diócesis de manera altruista tiene nombres y apellidos, los de los voluntarios. Cuatro de ellos aceptaron ayer compartir su experiencia para poner «rostro a las cifras». Mari Carmen Medina está en Cáritas de Los Colorines, Teresa Llorente y Sara Gil visitan con sus hijos el colegio de la Luz y Ricardo Cabezas lleva muchos años con su mujer y también con su hija en la pastoral penitenciaria.

Cabezas señaló que más allá del acompañamiento de los internos en la cárcel, colaboran con el piso de acogida de Cáritas para que puedan salir los internos pendientes del tercer grado que no viven en Badajoz. Este voluntario acompaña a los presos para llevarlos al piso. Ayer recordaba la experiencia «impresionante» de hace unos días, cuando recogió a un interno que llevaba casi 10 años sin salir de la cárcel. «El hombre no sabía ni dónde mirar», contó.

Teresa y Sara representan a un grupo de madres del Puerta Palma El Tomillar que acuden con sus hijos dos días a la semana al centro de educación especial La Luz. Allí están con internos que no tienen familia, con los que comparten manualidades, deportes y hasta juegan al bingo. Llevan cinco años realizando inclusión social «absoluta» con niños desde 8 a 16 años y a sus hijos «les aporta responsabilidad, madurez y muchas virtudes, vencen su pereza y son capaces de mirar a todo el mundo sin excluir a nadie, nos enriquece a todos», explicó Sara.

Mari Carmen lleva más de 6 años en el Gurugú y Los Colorines. Está en acogida y en talleres para mujeres, con los que no solo pretenden que aprendan, sino mostrarles el mundo que existe fuera del barrio. Mari Carmen recibe más de lo que da, «porque aprendes mucho de las mujeres, te das cuenta de la fuerza que tienen para salir de su situación y te dan una lección».