Todos los años hay polémica previa al Carnaval de Badajoz. No hay edición que se salve de discusiones, debates o desplantes. Hasta manifestaciones ha habido. Eso está bien, pues demuestra que es una fiesta viva y ruidosa, cuyos protagonistas saben que tienen la sartén por el mango y que, sin ellos -los integrantes de murgas, comparsas, grupos menores y artefactos- el Carvanal de Badajoz no sería el que es. En esta fiesta el ayuntamiento es el soporte de las infraestructuras, que no es poco, pues se encarga de que todo funcione y, a veces, tiene que hacer de tripas corazón y aguantar la bilis para no ofuscar a quienes saben que, sin ellos, que dedican su tiempo, su energía, su creatividad y su dinero a dar brillo a esta celebración, el Carnaval de Badajoz no podría aspirar al Interés Turístico Internacional.

Las polémicas no se han hecho esperar en esta edición. La primera saltó directamente de la Falcap, que es la federación que representa a la mayoría de las comparsas y que ha decidido romper con la Asociación de Vecinos de San Roque y desvincularse del Entierro de la Sardina, el acto que cierra oficialmente los carnavales en esta ciudad, a la altura que merecen. Habrá que ver en qué queda el desencuentro, pero si finalmente no hay comparseros que acompañen a la comitiva fúnebre, el entierro de San Roque se morirá de pena. Hay comparsas, grupos menores y artefactos que no están federados, puede que alguno se desvincule de esta decisión, pero siempre serán pocos. La mayoría de los que no están son de fuera y no pueden acudir un martes a desfilar a Badajoz.

Del ruido de las comparsas es también sufridor algún vecino de El Nevero, que es donde ensaya la mayoría. Ya ha habido multas por exceder el horario nocturno establecido. Los percusionistas se quejan de que es injusto, pues se acerca la fecha de la tamborada y del desfile y tienen que dedicar a los ensayos más tiempo, del que apenan disponen fuera de su jornada laboral. Si hay personas a las que les molesta, están en su derecho de denunciar cuando lo sufren a horas intempestivas. No imagino dónde pueden vivir, para que los tambores les resulten insufribles, pues las zonas residenciales están bastante alejadas del polígono industrial. Como en todo, aunque la norma esté, habría que acomodar los intereses de ambas partes, y comprobar si efectivamente el ruido en el lugar destinado al descanso sobrepasa los decibelios admisibles o hay algún quisquilloso que vive pendiente del reloj para avisar a la policía en cuanto pasa un segundo del horario máximo. También las comparsas tienen que ser conscientes de las molestias que generan y acomodarse a los horarios marcados, que fueron establecidos precisamente para evitar conflictos.

Otra polémica más ha surgido con el concurso de murgas antes de que empiece. Durante y después ya sabemos que habrá. Para determinar el orden de actuación se realiza un sorteo y mira por donde la mala fortuna ha provocado que un grupo repita en el primer puesto del primer día en tres de las cuatro ediciones en las que ha participado. Ya es tener mala suerte. Pero lo que no puede pretender esta murga es que, a posteriori, una vez realizado el sorteo, se le conceda la venia de cambiar el orden de actuaciones porque no le viene bien. Si se presentó al sorteo fue porque aceptaba las condiciones en que se realizó y sabía que podía ocurrirle otra vez, pues entraba en el bombo en igualdad de condiciones. Tanto es así que volvió a salir la primera y la reacción inmediata del grupo fue retirarse del concurso. Dice mucho de la madurez de sus miembros. Finalmente se han arrepentido de su pataleta en caliente y saldrán al escenario del López. Sin haberse levantado el telón, ya han tenido su minuto de gloria.