En Salvar al soldado Ryan hay una antología de frases memorables que completan una historia sublime. Uno de los soldados, asegura que «Dios me dio un don especial y me hizo un buen instrumento de guerra». A diferencia de aquellos militares salidos de las playas de Normandía enfrascados en una operación que les irritaba, y después de años de observación, he llegado a la conclusión de que en Badajoz somos como el iluminado de la frase, pero con matices: buena gente, con profundos conocimientos de casi todo, sabedores de haber sido llamados al cumplimiento de una misión superior para la que, por supuesto, estamos perfectamente cualificados. O sea, que tenemos el don especial, que somos el adecuado instrumento. ¿Para qué? Para salvar a gente, cosas, todo aquello que creamos salvable. Dios nos ha dado a los badajocenses el don de salvar y de repartir soluciones allí donde hay problemas. Antes, las cosas no eran así, los niños del baby boom nacimos con esa tara, incapaces de detectar problemas y, menos aún, de superarlos. Pero ahora, con las redes sociales, con la modernidad que nos envalentona y con esa soberbia egocéntrica reverdecida que nos lleva de la mano, hay algunos, muchos, pocos, no sé, dispuestos a salvarlo todo. Incluso lo insalvable o lo que no necesita ser salvado. Salvo, perdóneseme el latifundio, a nosotros mismos, obviamente a salvo de cualquier necesidad de salvamento. Eso sí, con una profesión de fe muy superior a la de los que buscaban a Ryan. Salvamos a perros y gatos, a los animales del circo, a los ponys de la feria, gansos y patos, eucaliptos y olmos, barrios, parques, ríos, edificios, solares, casas, piedras, rincones, causas mayores como el clima o el planeta, pero tengo la sensación de que en algunas operaciones de salvamento no está muy clara --o demasiado y peligrosamente clara--, como les parece a los soldados de la película, la motivación para llevar a cabo dicha misión.

Un ejemplo: salvar la cultura o los espacios culturales siempre ha sido más efectivo pasando por taquilla que alimentando la nómina de los abajofirmantes o arrogarse discursos demagógicos con verdades dosificadas. Hay momentos en los que deberíamos preguntarnos, como hacen los que buscan salvar a Ryan, si estamos haciendo lo decente o, simplemente, cumpliendo órdenes.