Paso casi cada día por la calle de San Juan y me apena su aspecto. No acaba de levantar cabeza. Hubo una época en que parecía querer recobrar su antigua vida. Y no es así. Sólo el extremo más cercano a la plaza de España tiene aspecto de prosperar. Es verdad, se están abriendo nuevos bares de copas, con magníficas instalaciones, pero sólo consiguen atraer la atención del respetable en las horas de apertura. Y, ahora, los andamios que sujetan la fachada del edificio que se hundió hace unos meses le dan un aspecto lastimoso. Ha perdido la perspectiva, tiene aire de ruinosa. De viaje a ninguna parte.

Parece que el casco antiguo comienza a estar limpio, pero esta calle, las mañanas siguientes a los días de marcha , no es precisamente una patena. Hagan la prueba. Hay que apretar algunas clavijas a los hosteleros, aunque no toda la culpa sea suya, sino de la rural concurrencia, que es limpísima en casa, pero sigue considerando el espacio público como ajeno a su responsabilidad, hasta estando sobria. ¡Todavía!

Luego están esos locales vacíos, demasiados, fantasmagóricos, que ocupan a ratos empresas de asesoría, promociones, gabinetes de gente joven que se cree los mensajes oficiales y duran lo que la subvención del programa oficial correspondiente. Son muy característicos de una región escasa de iniciativas y corta de realismo. Demasiados jóvenes, y padres, convencidos --el sueño de la clase media-- de que con terminar una carrera, si es de nombre rimbombante mejor, ya lo tienen todo hecho. Esta ciudad sigue soñando con el funcionariado como mejor horizonte utópico vital.

Pero lo más espectacular de la sufrida vía pública son los toldillos esos, encargados de proteger del sol estival. En tiempo lluvioso son un suplicio. Porque allí la lluvia no cae a gotas, cae a chorros localizados. Los coloridos rombos --algunos ya están dañados, y no se cambian-- recogen el agua, la encauzan y la distribuyen generosamente sobre los viandantes. Así te mojas antes y mejor. Lo que en la calle de Menacho es niebla refrescante, durante el estío, aquí es ducha en cualquier estación.

Atentos al vaticinio: el día que San Juan se recupere y deje de tener ese aspecto mortecino de ahora el casco viejo estará salvado. No es sólo una calle, es un síntoma.