El 65º festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida se inauguraba la noche del pasado jueves en el Teatro Romano con un lleno casi absoluto, con la representación de la ópera en tres actos Sansón y Dalila con música del compositor francés del último tercio del siglo XIX , en pleno periodo romántico, Camille Saint-Saëns, sobre un libreto de Ferdinand Lemaire. La melodramática acción está inspirada en el relato que aparece en el Libro de los Jueces del Antiguo Testamento, en el siglo XI antes de la era cristiana, en el que se refleja la historia del juez hebreo Sansón que libera al pueblo israelita de la opresión de los filisteos y su relación amorosa con Dalila, que lo seduce y entrega a sus enemigos al privarle de sus cabellos donde radica su hercúlea fuerza. Metafórico reflejo del conflicto y rivalidad entre los pueblos. Formidable montaje escénico en el que participa medio millar de personas entre orquesta, coro, actores y figurantes. Como excelentes solistas, la mezzosoprano madrileña María José Montiel y el tenor neoyorquino Noah Stewart, en los personajes centrales, que fueron ovacionados en diferentes secuencias, especialmente en el aria Mi corazón se abre con tu voz. Alternarán en los roles protagonistas Cristina Faus y Alejandro Roy. También actuaron con brillantez el barítono David Méndez como Sumo Sacerdote y el bajo Simón Orfila como Viejo Hebreo. La Orquesta de Extremadura, pese a no estar muy bien sonorizada, tuvo una actuación sensacional. Y su director, Álvaro Albiach, superó con su habitual maestría la enorme dificultad de conducir orquesta, solistas y coros con extraordinaria precisión y musicalidad. El Coro de Cámara de Extremadura, que dirige Amaña Añúa, tuvo muy lucidas intervenciones con sus magníficas voces y acertadas aportaciones escenográficas. Emotiva y entrañable la presencia como figurantes de un numeroso grupo de colectivos de inclusión. Como es habitual desde hace algún tiempo en representaciones teatrales, aunque sean de corte clásico o ambientadas en la antigüedad, aparecen los inevitables anacronismos, como en este caso, la reportera de televisión, cámara en ristre, presente en casi todo el desarrollo de la obra así como la patrulla de policías antidisturbios, a caballo y a pié, con cascos y porras, como metafórica alusión a la modernidad. Muy bien resuelta con espectaculares efectos luminotécnicos la escena final en la que Sansón derriba el templo de Dagón. El público refrendó con interminables aplausos el éxito de la representación operística con la que se inicia esta nueva edición del festival emeritense.