Nunca entenderé los beneficios que en un partido político aporta el sistema de primarias para la elección del candidato, por mucho que se venda como prototipo de democracia interna. En mi opinión (seguramente equivocada por mi nula experiencia como militante de ninguna organización), las primarias sacan a relucir enemistades internas y dan argumentos al enemigo sobre la desunión de los integrantes de unas siglas. A las pruebas me remito. No acaban de convocarse las primarias para la elección del candidato a la alcaldía por el PSOE en Badajoz y no hace falta leer entre líneas para comprobar la falta de entendimiento que subyace entre distintas corrientes dentro del partido. Seguramente en el PP se han empezado a frotar las manos desde que este diario publicó el domingo pasado que Ricardo Cabezas y Martín Serván pugnarán en esta batalla abierta, en cuyo recuento final habrá víctimas de un solo frente, por tratarse de una contienda civil.

Queda claro que si hay dos candidatos es porque no todo el partido está a una con ninguno de ellos. Ya se vieron las caras en una anterior disputa, no hace mucho. Cabezas y Serván se enfrentaron por primera vez en noviembre pasado por la secretaría general local. A Serván no lo desanimó la derrota. Al contrario, debió salir reforzado, pues ya entonces se posicionó para volver a luchar por la candidatura a la alcaldía y es lo que va a hacer. Aparentemente a Cabezas no le preocupa, tan seguro como está de que él será el cabeza de lista de su partido en las próximas elecciones municipales, para las que ha estado preparándose en esta legislatura como portavoz del grupo municipal. Pero hay que recordarle que él mismo ganó al que entonces era el portavoz en el ayuntamiento, Celestino Vegas, cuando se enfrentaron por segunda vez, primero para la secretaría general de la agrupación local (que Cabezas perdió) y después para ser candidato a la alcaldía (que ganó). Por muy pocos votos, poquísimos, pero suficientes.

Es lo que tiene este sistema, que una mínima diferencia avala una gran victoria. Si alguien perdió entonces fue el partido, pues Vegas siguió al frente de la secretaría general local y no disimuló su malestar. Cabezas ganó enteros cuando en sus primeras elecciones municipales consiguió un concejal más. Su liderazgo empezaba a ser incuestionable y así lo demostró cuando consiguió más del 61% de los votos frente a Serván para proclamarse secretario general y acabar con la bicefalia.

La carrera acaba de empezar y la distancia ya está marcada. Por lo pronto, Serván ha comenzado atacando para defenderse, al decir que si él se presenta a la alcaldía se podría ampliar el voto del PSOE llegando a «capas sociales» que ahora no se identifican con Cabezas. El razonamiento encierra un retrato clasista de lo que éste candidato piensa de su contrincante, que es de su mismo partido y, por lo tanto, deberían compartir ideología y representar los mismos intereses. Como no son autómatas de una secta, cada uno tendrá su forma de ver los designios del partido y de interpretar las demandas ciudadanas, pero no tan distantes como para justificar que representan opciones distintas. En definitiva: las primarias, en mi humilde entender, solo sirven para sacar a la luz trapos sucios y evidenciar las luchas internas de los partidos. Todos los candidatos que se enfrentan resultarán lesionados en la competición y el que llegue a la meta, aunque bata su propia marca, cuando suba al podium a lucir su medalla no recibirá el aplauso unánime de sus compañeros.