Cuando llega septiembre siempre pienso en la refrescante película de 1961 donde Robert Mulligan dirige a un divertidísimo Rock Hudson y a una explosiva Gina Lollobrigida, todos ellos bajo el manto de la espléndida pieza musical de un genial Bobby Darin. Llegados a este punto caigo en cuenta de que septiembre me convierte en el hombre de los adjetivos: refrescante, divertidísimo, explosiva, genial y espléndida. Probablemente porque septiembre significa el final del verano y tú partirás y la retahíla del Dúo Dinámico que no hacía más que ahondar en el abismo que era ver partir, para no regresar, un verano de ensueño y sus alrededores. Y, claro, todo eso me adjetiva y me hace feliz.

Cuando llega septiembre recibimos el regalo de otra forma de empezar el año, otra oportunidad para enfocar la vida. Septiembre es el mes de los que aprovecharon las navidades, el mes de un nuevo curso, el mes donde nace el otoño y toda su melancolía. Septiembre es para relativizarlo todo, enterrar amores perdidos, acabar con los malos políticos, meter en la nevera a los ciudadanos que solo les importa su bandera (y esto es solo una metáfora, que seguro viene alguno ya con la escopeta cargada), enseñar los dientes a los molestos vecinos y arrimar el hombro con aquellos a los que no solo les mueven sus intereses. Septiembre es para dejar la matraca del y tú más y el mantra de que todo está mal, para de una vez por todas dar la espalda a changabailes, falustranes y rompenecios que se atiborran de malos consejos, malos discursos y malos proyectos mientras afean al prójimo que se mueva. Septiembre es para olvidar al cobarde de red social, al famélico lenguaraz de oscura covachuela y al faltón de palabra estrecha. Septiembre es para arrimarse al que emprende sin problemas, al que se atreve sin dilemas y al que se posiciona con coherencia. Fuera los dictados, los argumentarios, las negritas y las órdenes de equipo. Abajo los faltones y fantoches, vivan los sensatos y la gente de bien.

Fueron los linenses The Rocking Boys o la granadina Gelu quienes nos desvelaron que cuando llegue septiembre "todo será maravilloso" porque, entre otras cosas, "no vivirán las mismas rosas". Pero como un pesimista es un optimista bien informado, mucho me temo que vendrá el friki de turno, por no decir el imbécil, para intentar devolvernos a esta realidad que nos asfixia y que solo él se empeña en alimentar.