Mi madre siempre dice que uno debe salir de casa bien arreglado porque nunca sabes qué se te puede presentar. Cuando era niña la oía decir lo de ir limpio y reluciente al médico y llevar la ropa interior perfecta por si tenías un accidente.

Debe ser por eso que toda mi vida he sido incapaz de marcharme sin dejar mi cama hecha, la casa recogida, mirando atrás para comprobar que todo está en orden; y siempre he cargado con unos bolsos enormes y unas maletas más aun, llenas de libros para alegrar las esperas, cuadernos para garabatear columnas, la rebeca por si hace fresco, antibióticos, carmín, mocasines para conducir mejor, y una larga lista para que la vida no te coja desprevenida. A la retahíla materna se unía la paterna y lo que había que hacer antes de un viaje, la presión de los neumáticos, las escobillas por si llueve, la carta verde. Cuando llega el verano, todas esas enseñanzas dejan en evidencia los restos de los fríos, del curso que se acaba y al despacho se le suben los colores. Se le ha ido acomodando, acumulando, las voces de muchos. Lágrimas, ira, miedo, alivio... guardados a cal y canto en carpetas grises que aguardan el archivo. Fotografías de las sonrisas de mis hijos, el aliento.

Boletines de la ONU, revistas de derecho, que han llegado de muy lejos, repletas de sin derechos y frustración. Calendarios señalados con la j de juicio y un trébol de cuatro hojas, con la g de guardia, con corazones en los cumpleaños, en los santos, en el recuerdo, con rápidos bye byes en los días que me alejo. Tickets de teatros, de museos, de conciertos, de ojos abiertos, de oídos abiertos, de mente abierta, una crema de lavanda. Un bolígrafo con el 8 de marzo grabado en malva, una pluma negra, y una pena negra. Un minúsculo Icono de la Virgen del Perpetuo Socorro. La ilusión intacta. Un echarpe sobre la silla, para esas tardes que se convierten en noches, desveladas, buscando la salida que alivie la angustia ajena. Una taza para el mejor té y el mejor amor, con un Free y un Love estampado de arcoíris. LLegan los calores y todo lo limpio. Ordeno, clasifico, desecho. Y la mesa se queda vacía, sola, esperando septiembre, como alelada. Le paso la mano sobre el cuero, agradecida. Bajo persianas. Cierro la puerta. Me suelto el pelo, cojo aire. El coche revisado, la carretera se abre. Vuela. Y yo con ella: Qué será, será, Whatever will be, will be.The future’s not ours, to see. Qué será, será.

*Abogada