Llevo varios días pensando en el escritor Eduardo Mendoza y en un par de libros suyos: La ciudad de los prodigios y Sin noticias de Gurb. Nada que ver entre ellos a no ser su protagonista: Barcelona. La primera es una novela seria y rotunda; la segunda, irónica y surrealista. Pero no quiero escribir sobre Barcelona sino de los prodigios y, si acaso, de Gurb. Quería escribir sobre una ciudad, Badajoz, donde ocurren cosas, a veces demasiadas, llena de circunstancias prodigiosas, pero, sobre todo, repleta de personas y personajes que generan esos prodigios. Y deseaba hacerlo con el sarcasmo de Gurb y su gente, es decir, escribir sobre una ciudad donde para cada problema, y hay muchos, cada vecino tiene, como poco, una solución. Eso es una ciudad prodigiosa a todas luces. Si entramos en materia, igual nos damos cuenta de que la universidad de la vida da muchos doctores pero poco conocimiento. Mas, no es de Badajoz y sus prodigios de lo que quiero escribir en exclusiva, sino de ese fenómeno periodístico que nace y muere, bueno, moría, porque a estas alturas de la película, hay cosas que permanecen, asombrosamente, en el tiempo. Me refiero a las serpientes, culebrones o tormentas de verano. En periodismo, se alude a ellas cuando se trata de noticias que, en otra época del año, no merecerían tal calificación. Es decir, ante la falta de noticias, cualquier noticia vale, aunque, ahora, con la ayuda de las redes sociales, incluso sirven las falsas noticias.

El periodismo veraniego se abandona a la sequía o infla la escasez o, peor aún, se recrea en la carencia. También valdrían las noticias que, pudiendo ser actualidad o ya lo han sido antes o se convierten, por técnica periodística, en tercera guerra mundial. No importan la veracidad, las fuentes, la objetividad, el contrastar, la imparcialidad, la fidelidad a los hechos, nada, lo único que importa es sacar adelante la noticia. Olmos, camalote, franquismo, libros bomba, incluso, el bicherío local, son ejemplos significativos. No hay nada como una buena serpiente de verano para distraer al personal. En el libro de Gurb leemos: «Los humanos tienen un sistema conceptual tan primitivo, que para enterarse de lo que sucede han de leer los periódicos. No saben que un simple huevo de gallina contiene mucha más información que toda la prensa que se edita en el país. Y más fidedigna».